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Regina Angelorum

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Foto en el colegio el día de la Primera Comunión de Cecilia Lamoliatte (de blanco a la izquierda) y de mi hermana Estela (de blanco a la derecha). Yo soy el de la fila de atrás a la izquierda. Buenos Aires, década del 70 Si mal no recuerdo, mi pasaje por el Colegio Labarden en San Isidro no duró más de un año. Una vez que terminé el Primer Grado, surgió un “colegio” para hijos de miembros de la TFP Argentina. Los estudiantes de esta institución nunca fuimos más de 15 o 20 varones a la mañana y unas 10 chicas a la tarde. La idea era cursar las materias normales exigidas por el Ministerio de Educación, pero como el colegio no estaba reconocido por el mismo, teníamos que dar exámenes “libres” a fin de año en un colegio público para que nos den los grados correspondientes. El predio utilizado era un departamento en la planta baja de un edificio ubicado en la calle Juncal, entre Montevideo y Rodríguez Peña. La flamante Directora era Maria Ester (Teté) Amadeo de Ibarguren, tía y madrina mía.

TFP. Algunos Temas de Fondo

El 1ro de Enero de 1951 se publicó el primer número de la revista “Catolicismo”, que durante años sería la publicación oficial de la TFP Brasileña. En esta edición, Plinio Correa de Oliveira publicó un artículo, “La Cruzada del Siglo XX”, en el que se pueden encontrar algunos de los fundamentos sobre los que la TFP inicial basaría su forma de ver al mundo. Transcribo los dos últimos párrafos del artículo: “… lo propio de la Iglesia es producir una cultura y una civilización cristiana. Y producir todos sus frutos en una atmósfera social plenamente católica. El católico debe aspirar a una civilización católica como el hombre encarcelado en un subterráneo desea el aire libre, y el pájaro aprisionado tiene ansias de recuperar los espacios infinitos del cielo.” “Es ésta nuestra finalidad, nuestro gran ideal. Caminamos hacia la civilización católica que podrá nacer de los escombros del mundo de hoy, como de los escombros del mundo romano nació la civilización medieval. Caminamos hacia la con

Primera Gran Mudanza

Puerto Trinidad, 10 de Octubre 2000 La verdad es que la mudanza ha sido como ordenar los restos de un terremoto. Nunca pensé que se podían acumular tantas cosas en tan poco tiempo. Llevábamos dos años viviendo en el departamento y, a pesar de que era chiquito, ¡qué cantidad de cosas habíamos juntado! Me dio mucha pena dejar el departamentito donde empezamos nuestra vida de casados. Son tantas las cosas vividas ahí que dejé unos lagrimones cuando pasé la escoba por última vez, sin muebles y lleno de recuerdos. Pero ahora estamos en la casa nueva, construida por nosotros con tanta ilusión, y tengo mucho trabajo. Para empezar tengo que coser cortinas, ¡urgente! Las ventanas no tienen persianas y en cuanto sale el sol invade nuestros cuartos. Eso hace que los chicos se despierten a las cinco y media de la mañana... y nosotros junto con ellos. En cada ambiente de la casa hay cajas a medio abrir. Cada vez que necesito algo empiezo a leer las etiquetas para ver en qué caja lo puedo encontrar.

Bibliotecario

Mt. Kisco, Nueva York, 1983 Los libros y yo somos amigos desde la infancia. Mamá siempre cuenta con orgullo que cuando me llevó al Colegio Labardén para anotarme en primer grado, la directora no estaba segura de mis habilidades en materia de lectura, por lo que simplemente me puse a leer la copia de La Nación que estaba en el escritorio. Supongo que eso la convenció que por lo menos en ese frente no iba a tener problemas de aprendizaje. Años después, cuando nos mudamos de La Lucila al departamento de la calle Araoz, me acuerdo de haber leído en muy pocos días un libro de la colección Robin Hood titulado “Cartago en Llamas”. Todavía veo la cara de un soldado romano, con su casco y plumas coloradas, gritando desde la tapa del libro. También en esa época fue que descubrí la inagotable fuente de libros llamada Julio Verne. Cosme y Mario tenían en su casa una colección completa de sus obras. Era una edición vieja, libros de páginas grandes y ya medio amarillentas, texto en dos columnas, y c

Una Tarde en Las Ventas

Madrid, septiembre 1985 Estaba pasando unos días en Madrid, y tuve la suerte de estar para el principio de la temporada taurina. Obviamente, no podía dejar pasar la oportunidad, y tenía que ver una corrida de toros en Las Ventas, la plaza más grande de España. Para suerte mía, era bastante amigote de Ignacio Barandearán, un español miembro de la TFP-Covadonga que había conocido un par de años antes en Brasil. Ignacio era un personaje. Me caía simpático porque era de los que no se tomaba las cosas de la TFP demasiado en serio, y tenía una actitud más bien burlona sobre la vida en general y la TFP en particular. Como era uno de los miembros iniciales de la TFP-Covadonga, se le toleraban esas actitudes, de la misma manera que a mí me toleraban el hecho de ser distinto a los demás por llamarme Beccar Varela. Claro que tolerancia no quería decir aceptación, por lo que gente como Ignacio y yo, vivía al mismo tiempo dentro y fuera de la TFP. Una situación medio esquizofrénica, pero real y que

Noche de Terror

Colonia del Sacramento, mayo 1996 En abril se casó mi prima Magdalena y en la fiesta conocí a Sebastián. Había ido acompañando a Ana, amiga de la novia, y me rescató gentilmente de los brazos de un cordobés pasado de copas quien había decidido acaparar mi atención durante el baile. Conversamos mucho en el jardín de la quinta de los Bosch en el Tigre, y hablando de todo un poco le conté que nunca había ido a Colonia. A los pocos días me llamó para invitarme a ir con él, por el día, el Primero de Mayo. Él vivía en Adrogué y yo en San Isidro, así que acordamos encontrarnos en Retiro muy temprano a la mañana para tomar el Buquebus a Colonia. Al alba, literalmente, nos encontramos y para mi sorpresa (sería la primera de una jornada de bajo presupuesto) en vez de ir en taxi o colectivo fuimos caminando hasta la terminal del barco. Sacamos los pasajes y nos embarcamos. Caminábamos por la cubierta y me di cuenta que él era bastante más bajo que yo. En la fiesta lo había atribuido al hecho de

Armas

Argentina / Estados Unidos / Sudáfrica Como a cualquier chico sano me gustaban las armas. Primero de juguete, naturalmente. Me acuerdo que para mi primera comunión (tenía yo 6 años recién cumplidos), uno de los amigos de papá y entonces miembro de la TFP, Julio Ubbelohde (hoy sacerdote de Los Heraldos del Evangelio) me regaló una súper ametralladora de plástico, con ruidos y luces varias. En la fiesta post-primera comunión en la casa de mis padrinos, yo estaba encantado con el juguete nuevo y posé para varias fotos con mi impecable traje de Eaton, banda colorada con el león rampante de la TFP y mi ametralladora. Además del surtido habitual de revólveres de plástico (o de lata en el caso de los más relistas revólveres “a cebita”), me acuerdo de una cerbatana que tiraba flechitas con punta de goma. Vivíamos entonces en un departamento en la calle Araoz, y me acuerdo que adquirí bastante puntería con la cerbatana en cuestión, para molestia de mis hermanos que eran el blanco habitual de mi

En el Eremo de Pilar (I)

Partido de Pilar, 1970 a 1970 y pico Cuando papá y mamá y mis otros tres hermanos viajaron a Estados Unidos allá por 1978, se decidió (como dije, en la TFP en Sr. “Se” decidía mucho...) que yo me quedaría donde estaba, en el Eremo de Pilar, bajo las órdenes directas de José Antonio Tost y una supervisión general de Tío Cosmín. En su momento me explicaron que al Dr. Plinio le parecía mejor que yo me quedara donde estaba, y contra esos pareceres se discutía poco y nada, menos yo con mis 14 años. La verdad sea dicha no me importaba quedarme. El Eremo de Pilar había sido siempre “el” lugar para estar. Mis primos Cosme y Mario me habían precedido en ese camino, y nunca me voy a olvidar la envidia que me daban ellos, apenas dos y un año mayor que yo respectivamente, que ya habían participado de una caravana a Ushuaia, estado en Chile gastando zapatos en la compaginación del libro “La Iglesia del Silencio en Chile”, y estaban haciendo todo lo que a mí me gustaría hacer. Así que cuando después

Cómo limpiaba!!!!!!!

Cuando leía en el diario que el Mayor Mercado había sido pasado a retiro por las críticas al presidente Kirchner publicadas por su mujer, entre muchas cosas que pensé, recordé cómo conocí a Cecilia Pando allá por el año ´83. Nos encontramos trabajando un mes de enero en la Administración de "La Chacra", casa de retiros que el Opus Dei tiene en la ciudad de Bella Vista. Las dos teníamos 15 años y por lo visto no teníamos nada mejor en que ocupar nuestro verano... La Chacra es una casona que fue ampliada para alojar a un centenar de personas en retiros espirituales, convivencias y cursos de verano. La Administración es una propiedad paralela con un staff permanente que se encarga de los servicios de comida, limpieza y esos menesteres. El hecho es que La Chacra funciona como un hotel cuatro estrellas (no califica para cinco por faltarle algunos servicios indispensables para poder postular para la quinta... pero no por el nivel de los servicios que sí ofrece) y la Ad

Máma

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San Isidro, 1996 A Máma la conocí de bebe. Pero mis esporádicos recuerdos de la infancia no le dan a ella características únicas. Hasta donde sé jugaba su papel de abuela, pero confieso que tengo más recuerdos de Abuelo que de ella. Seguramente mis intereses de chico no me acercaban a sus cosas, o fruto de una cultura de “los varones con los varones…” habré sentido más interés por Abuelo desde un primer momento. Esto cambió cuando yo era más grande. Abuelo murió cuando yo estaba visitando a mis padres en Tenerife, y una vez que volví a Argentina pude conocer a Julia Helena Sundblad de Beccar Varela, mi abuela. Los años habían pasado, y su entorno ya no era la casona de varios niveles y recovecos en la calle España sino una casita más discreta en la calle Chile. Yo trabajaba en San Isidro y cada tanto me escapaba a almorzar a su casa, y ahí, sentados en la mesa, usando unos vasos que parecían “marca registrada” de su casa, y probando mi arroz con leche favorito, conversábamos de todo un

Puerto Trinidad... el Principio

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Buenos Aires, mediados de 1996 Mi primer trabajo estable y remunerado lo conseguí por una recomendación de mi tía segunda, Amalia Aubone. Ella trabajaba en el Instituto de Altos Estudios Empresariales (IAE), la versión argentina del IESE en Navarra. Es una escuela de negocios del Opus Dei, y en la época que estoy hablando tenía su centro en la calle Agüero, a media cuadra de San Agustín. Amalia me presentó a Alberto Ballvé, uno de los profesores y directivos de la entidad, que a su vez mantenía un negocio paralelo de consultoría con dos socios en San Isidro. Se ve que mi forma de trabajar (y sobretodo mis conocimientos de computación) lo impresionaron a Alberto, y organizó una entrevista para que me conocieran Rodolfo Vernet y Eduardo Bertello, sus socios. La empresa se llamaba BBV Consultores, usando las iniciales de sus tres apellidos. Tenían una oficinita en el número 1970 de la calle Tómkinson, al lado de una estación de servicio Sol, y a pocos metros de la esquina donde se ubi

Cuando Conocí a mi Marido

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San Isidro, 12 de junio 1996 Los primeros días de junio murió Mariquita. Vivía en la esquina de casa, con su marido e hijos, desde que yo tengo uso de razón, fue como una tía para mi. Un día se enfermó de cáncer y al final, después de mucho pelearla, se fue al Cielo. Yo estaba realmente dolida, y fui al velorio en su casa y después al cementerio. Cuando salíamos de casa con mamá rumbo al Memorial. Al pasar por la esquina le pregunté a mamá “quién ese señor que está parado ahí?” “Ese es Alfonso Beccar Varela, cuñado de Mariquita” “Es espléndido!!” Bueno, hoy en día, el espléndido cuñado de Mariquita es mi suegro y el abuelo de mi hijos... Qué chico es el mundo! Pero mi marido estaba al lado con èl y no lo vi.... Pasaron los días, me fui al campo un fin de semana con mi tía Maria, mi hermano Fernando y su novia María. Fueron días de mucha calma y un poco de aburrimiento (no faltó la proyección de una película bien críptica de un director polaco cuyo nombre se me fue en este instante!

Maldiciendo al Obispo de Viedma

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Bariloche, Marzo 1978 ¡Finalmente había llegado de hora de mi primera caravana! Hacía casi un año que yo vivía en el Eremo de Pilar, y todavía no se me había dado la oportunidad de subirme a la camioneta con los demás, y empezar a recorrer pueblo por pueblo, casa por casa, para llevar nuestra lucha ideológica anticomunista a cada rincón de la República Argentina. La razón de ser del Eremo de Pilar era supuestamente la acción pública para pregonar el mensaje a los lugares más alejados, y la verdad que pasar mes tras mes en una quinta en José C. Paz, con esporádicas “campañas” a la salida de alguna misa en Buenos Aires o en la popular calle Florida, no era lo que a mí con mis 14 años (¡qué grande!) me parecía importante. La caravana que ser armó, con Ushuaia como objetivo, tenía un carácter apostólico, ya que uno de sus miembros, Andreas Merán – un austro-argentino que conoció la TFP Brasileña a través de Francia – era nuevo en el grupo y la caravana seguramente presentaría oportunid