SEFAC

San Pablo, Brasil, 1977

La “Semana Especializada de Formación Anti-Comunista” (SEFAC) era un evento que sabia organizar la TFP allá por los años ’70 para atraer jóvenes (normalmente durante las vacaciones de verano) con la idea de mejorar las posibilidades de captarlos para la organización. La idea era mezclar un poco doctrina con entretenimiento en algún lugar distinto, y hacer como un curso intensivo de aprendizaje y convivo.

Lo habitual eran conferencias sobre temas religiosos, históricos o de actualidad, siempre bajo la perspectiva contra revolucionaria, matizadas con obras de teatro, juegos (gran énfasis en juegos medievales), cabalgatas, oraciones y ceremonias. Valga recordar que siendo la TFP una organización exclusivamente masculina, las mujeres brillaban por su ausencia en este tipo de eventos.

Si mal no recuerdo, participé en mi primera SEFAC allá por enero o febrero de 1975 (o ’76, realmente no sé). El evento lo organizaba la TFP Argentina y tuvo lugar en un campo en Tucumán. En esa época la TFP Argentina tenía sedes no solo en Buenos Aires, sino también en Córdoba, Mendoza y Tucumán, por lo que – con la ventaja de ser locales – había un buen numero de tucumanos en el evento. Yo iba acompañando a mis primos, Cosme y Mario, que eran los grandes del equipo, al menos comparados con mis once o doce años.

Tal vez no haya que aclarar que no me acuerdo del contenido de ninguna conferencia. Mis recuerdos son más prosaicos, y tal vez más a tono con mi edad. Por ejemplo, nunca olvidaré la indignación que me dio cuando Martín Pieres, que estaba organizado a los recién llegados y distribuyéndolos en diferentes cuartos, me indicó que yo tenia que dormir en una cuna. ¡O eso era lo que me pareció a mí! Era una camita amorosa, con barrales de bronce, y, sin ser una cuna propiamente dicha, era bastante más chica que las camas normales. De ninguna manera acepte la oferta y ni me acuerdo donde dormí al final, pero no fue el la camita de bronce. Ya suficiente tenía con ser el menor de todos como para confirmarlo de esa manera.

Después de haber dormido la primera noche (la iluminación de la casa era con velas y “sol de noche”), salimos a explorar los alrededores. Ahí alrededor de la casa vi por primera vez en mi vida una pirca, esos corrales de piedras tan comunes en el norte pero inexistentes en la alambrada pampa. Me acuerdo de participar en una cabalgata por el monte arriba de una mula. Supongo que algún observador podría haber encontrado gracioso como se potenciaban la obstinación de la mula con mi total inexperiencia con equinos de cualquier tipo. El momento ápice de una cabalgata (¿se dice mulgata?) – que yo hacia solo porque me daba vergüenza reconocer que me daba miedo andar a caballo – fue cuando mi mula decidió que había caminado lo suficiente y se quedó parada en medio de un gran arroyo tomando agua. Tomó tanta agua (y tardo tanto en hacerlo) que yo pensé que iba a explotar. Obviamente no lo hizo, y mi mula y yo sobrevivimos la experiencia.

En lugar de volver a Buenos Aires, Cosme, Mario y yo nos tomamos un ómnibus para ir a pasar unos días al campo de Mario Amadeo (abuelo de Cosme y Mario) en Alejo Ledesma, al sur de la provincia de Córdoba. No olvidemos que estábamos en Tucumán, un foco de actividad guerrillera a mediados de los ‘70. Me acuerdo que en medio de la noche, un grupo de soldados paró el colectivo y nos tuvimos que bajar todos, manos en alto y parados al costado del colectivo, mientras soldados con ponchos, FAL y linterna en mano verificaban los papeles de los pasajeros. Evidentemente no nos vieron pinta de subversivos y nos dejaron seguir viaje.

En Alejo Ledesma nos bajamos al borde de la ruta, y mi recuerdo es de Pepa (mujer de Mario Amadeo y abuela de mis primos) en una carreta llevándonos hasta el casco de estancia. Pepa era una señora chiquita de estatura y siempre la recuerdo de pelo blanco, bien peinada y elegante. Una noche (esta casa tampoco tenia luz eléctrica), apareció una araña enorme (o así nos parecía!) y los tres valientes cruzados en formación tuvimos que recurrir a Pepa para que la matara. ¡Que vergüenza!

En El Porvenir (ese es el nombre del campo), andar a caballo todos los días era de rigor, así que miedo o no miedo, a mi me ensillaban el mas manso de todos y ahí salíamos a potrear (literalmente) por el campo. Yo andaba en una yegua petisa llamada Estrellita que era tan tranquila que un día se me dio vuelta la montura y ahí paro, instantáneamente, conmigo entre las cuatro patas. ¡Un placer! Tengo muchos recuerdos de este y otros viajes al Porvenir, que serán tema para algún otro artículo. Pero por ahora, sigamos con las SEFACs.

Naturalmente, las SEFAC organizadas por la TFP Argentina empalidecían cuando se las comparaban con las que se hacían en Brasil. Ahí, en una “fazenda” en el estado de San Pablo, se congregaban militantes y candidatos de toda América para un evento muy bien organizado. Esta “fazenda” (estancia en portugués) era un antiguo establecimiento colonial donde se plantaba y procesaba café. Contaba con casa principal y varios otros edificios, incluyendo una capilla y una gran plaza o patio (para llamarlo de alguna manera) donde otrora se secaba el café y que ahora servia para usos varios. Era propiedad en aquel entonces de la TFP Brasilera y un lugar ideal para este tipo de eventos.

Naturalmente, parte obligada era pasar unos días en San Pablo para estar cerca del Dr. Plinio. Generalmente se lo encontraba en la “Sede del Reino de Maria”, cuando recibía a distintos grupos de visitantes. Fue en uno de esos encuentros con un grupo de argentinos cuando Hernán Mora me sacó la foto que publico para ilustrar este recuerdo. Creo que yo tenia entonces quince años.

Mi primera SEFAC en Brasil fue en enero de 1977. El viaje de dos días en camioneta ya era todo un evento. La ruta habitual era por Puerto Iguazú y de ahí a Porto Alegre, Curitiba y San Pablo. Viajábamos esta vez en el recién estrenado “Beduino”, una F-350 carrozada para 16 pasajeros (y trailer). Éramos tantos que íbamos en caravana con otra camioneta, una F100 colorada pero mucho mas incomoda, ya que no estaba especialmente modificada para pasajeros sino que simplemente tenía unas butacas atornilladas en el acoplado cubierto.

Fue en esta primera SEFAC en Brasil que fundamos un grupo terrorista. Me explico. Miguel Beccar Varela, tío mío y miembro de la TFP, estaba dando una conferencia sobre no sé que tema cuando menciono lo que para nosotros ya era una verdad evidente: las connotaciones masónicas (y por lo tanto revolucionarias y anti-católicas) de la Revolución de Mayo. En eso pide la palabra uno de lo novatos y pregunta como se encuadraba esto con el catolicismo de Belgrano que nos dio una bandera con los colores del manto de la Virgen, etc. etc. Para no escandalizar demasiado a este novato, Miguel le dio una respuesta vaga que no condenaba demasiado a Belgrano, otro gran revolucionario masón según nuestra visión de la historia.

Después de la reunión, nos juntamos con Cosme y un amigo uruguayo, Fernando Rius (que tocaba el violín de maravilla) y decidimos fundar el “Comando Pío Tristán”, en honor al general español que tanto trabajo le dio a nuestros “patriotas” en el norte argentino en la guerra que siguió a la Revolución de Mayo. En nuestra imaginación, eran personajes como Pío Tristán o Santiago de Liniers que debían ser admirados en nuestra historia, con la diferencia que a Liniers lo habían fusilado antes que pudiese levantar las armas contra los revolucionarios.

Armados con nuestro fervor contra revolucionario multisecular, empezamos a circular por la “fazenda” pintando con tiza u otros marcadores las siglas “CPT” en piedras u otros lugares visibles. Me acuerdo que algún mayor se enteró de nuestra chiquilinada y nuestras aventuras se terminaron pronto, sin que durante meses nos acordáramos de nuestra lucha en defensa de los contra-revolucionarios argentinos de principios del siglo XIX. Mi amistad con Fernando Rius duro muchos años, pero él se fue del grupo, “apostató” mucho antes que yo, por lo que le perdí el rastro. Me pareció oír que tocaba el violín en alguna orquesta uruguaya. Le deseo lo mejor.

En una de esas SEFACs, aprendí que en la TFP se agrupaba a la gente según sus intereses o “vertientes”, para adecuar el discurso para lograr el mejor efecto. Estaban las vertientes “religiosa”, “político-social” y “psicológica”. La primera agrupaba a aquellos con inquietudes mas bien religiosas: les preocupaba el progresismo, la paganización del mundo moderno, la falta de piedad, etc. La segunda se preocupaba por temas políticos, tales como la lucha anticomunista y la historia. La tercera estaba centrada en el hombre, las costumbres, la moralidad, drogas, etc. Yo siempre me sentí muy a gusto en la segunda vertiente, y mientras vi que en la TFP había lugar para gente con esas inquietudes me fui quedando.

Sin embargo, con el pasar del tiempo esta vertiente “político-social” fue perdiendo dinamismo dentro del grupo, para ser reemplazada con cada vez mas fuerza por una corriente de pensamiento y de estilo de vida mas bien religioso (o para-religioso), que, francamente no me interesaba, sobretodo de la forma que se presentaba en aquel entonces. Y me termine yendo.

Pero mucho antes que yo me fuera, las SEFACs habían muerto. Mal que mal, con todas sus idiosincrasias peculiares a la organización que servían, estas semanas de estudio generaban cierta actividad intelectual y cierto debate que con el pasar del tiempo fueron cada vez más raros en la TFP. Treinta años después, las recuerdo con nostalgia.

Alfonso

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