Soy la madre de mis hijos...

Buenos Aires, Enero 1998

Como comentara en “Merecidas vacaciones” en Junio de 1997 Alfonso me invitó a acompañarlo en un viaje de trabajo a las Islas Vírgenes Británicas. Antes de ir, y ante la sospecha de estar embarazada, busqué un médico en la cartilla de CEMIC para que me atendiera. Al ir a ver a la oculista y verla embarazada le había pedido recomendaciones y me habían quedado flotando en la mente dos nombres: Paul y James. Así que llamé y pedí hablar con James. A partir de ese día se convirtió en mi más querido y respetado médico. “¿Cuántos días de atraso tenés?” “ninguno, pero tengo la certeza de estar embarazada” “hacete un evatest, si te da positivo, no hay ninguna duda... y me venís a ver a la vuelta de viaje... lo único que te diría es que no hagas deportes de alto riesgo para cuidarte, nada más” Me compré un test y me levanté muy tempranito a la mañana, sin decirle nada a Alfonso. Fui al baño y me tomé el test. Me quedé ahí esperando el resultado hasta que apareció una línea rosa suave, muy suave, pero indudablemente una línea.... y corrí al cuarto... me tiré sobre la cama para abrazar a mi pobre marido que dormía plácidamente hasta que le cayó encima un meteorito. Le dí la noticia y se quedó mudo de la sorpresa y emoción. A partir de ese mismísimo segundo empezó a tratarme como si yo fuera una reina de porcelana, adorada y frágil. Acordamos no decir nada hasta la vuelta del viaje. Y ahí partimos... En Virgin Gorda me hice otro test para confirmar la presencia de nuestro hijo... y volvió a dar positivo... Volvimos a Buenos Aires con la buena nueva y recibimos la enorme alegría de enterarnos de que Carolina e Isidro estaban en las mismas!!!

Saqué un turno para conocer a Ricardo James, quien sería mi médico ginecólogo y obstetra hasta que emigré a los EEUU. Me encontré con un hombre joven, muy profesional, discreto y acogedor pero sin familiaridades. Y desde el primer momento me gustó mucho. Me pesó y me dijo “empezamos con 58 kilos veremos hasta donde llegás” y me mandó a hacer una ecografía y a comprar crema con mucha vitamina A “te la ponés desde el primer día en la zona de la panza, caderas y pechos... si bien algunas personas piensan que es un detalle cosmético, para mi mis pacientes son un todo, y el cuidado de la piel durante el embarazo es parte de los cuidados de la paciente... de ese modo preparas la piel para que esté elástica y no se hacen estrías al estirarse y estirarse” El detalle me encantó y partí rauda a la farmacia.

Después de tomar dos litros de agua (y morir en el intento de retenerlos dentro mío) entré en el consultorio del Dr. Longobardi. Otro hombre joven (los chismes me dirían que tenía como 8 o 9 hijos) que me puso gel en la barriga y el sensor del ecógrafo. Giró el monitor y me dijo “seguro que Ud. quiere ver...” se veía un maní gris en su cáscara correspondiente sobre un fondo negro.. y dentro de la cáscara del maní se veía el maní mismo... y en medio del círculo gris claro un punto blanco... Pero solo un punto!!! Un punto blanco que titilaba... “ese es el corazón de su bebé aproximadamente del tamaño de la cabeza de un alfiler o menos”... y me cayó un lagrimón... “vamos a imprimir el primer electrocardiograma de su hijo...” y la máquina escupía fotos y gráficos... yo tenía la vista fija en el maní... y en el punto blanco...


Unos meses más tarde, como empezara yo con contracciones tempranas, James me mandó a hacerme otra eco. Esta vez me atendió una mujer y Alfonso estaba conmigo. No sabíamos si había alguna complicación, ya que empezar con contracciones al cuarto mes de embarazo no era algo muy corriente. La médica pasaba el aparatejo por mi ya redondeaba panza y pudimos ver a nuestro baby en el monitor. Su cabeza grande y redonda, su torso con la columna vertebral bien clarita (los huesos contrastan tanto con el fondo!!), sus piernas dobladas sobre el vientre y lo brazos moviéndose de acá para allá. “Quieren saber el sexo del bebé?” “Podemos ya?” preguntó Alfonso sorprendido... “yo ya lo sé... mire... tiene cerebro y tiene corazón, le queda alguna duda?” Y mi marido la miraba... en eso yo entendí y largué una carcajada desde la camilla... “es una mujer!!” “efectivamente... esperan una beba” El chiste feminista me encantó!!!! Y lo cuento siempre que se me da la oportunidad... Esta doctora también me dio las fotos... y me pasé muchas horas mirando el perfil de la cara del baby que tenía menos de 15 cm de largo. Miraba esa nariz... esa columna... esa cabeza... esas manos... Era increíble!!!

Los primeros meses habían sido de mucho malestar y nauseas permanentes. Lo iba a ver a James y me decía “cómo te sentís?” “puaj” “bárbaro!!! Eso quiere decir que está todo muy bien” y todo con una sonrisa.. y yo pensaba pestes de los hombres en general y de los médicos en particular. Al mismo tiempo estaba muy cansada y dormía todo el tiempo que podía. Los días que no tenía que dar clases me los pasaba en pijama, en la cama leyendo o durmiendo... Un día estaba tan atrapada con una novela de Tom Clancy, la misma que leyera Alfonso durante nuestra luna de miel, que cuando él llegó de trabajar yo seguía en la cama!! Me dio bastante vergüenza... Y si no leía, dormía sin descaro. Simplemente no podía quedarme despierta.

Seguimos analizando los nombres probables descartando ya todos los de varón. Alfonso insistía en “Dolores” y yo me negaba argumentando que ya había demasiadas Dolores en la familia (mi madre, mi cuñada y yo) y además no me gustaba nombrar a los hijos siempre con los nombres de los padres. Entendía que había tradiciones al respecto, pero era mi nombre, mi hija y me reservaba el derecho de veto. Así que casi inmediatamente llegamos al acuerdo con “Victoria”. Además tenía que ser Victoria solo, sin María y sin nada más... Yo sufrí el castigo de completar formularios donde no entraban nunca mis nombres y mis apellidos... y no quería eso para mi hija. Ya tenía mucho apellido la pobre chica. Y Victoria a secas fue... Y si pensamos en los significados de los nombres, Victoria es mucho más positivo, alegre y vigoroso que Dolores.

Un buen día empezó a sentirse desde dentro el movimiento de la beba... hasta ahora el bebito es una idea racional y teórica... pero cuando se empieza a mover se hace real!!... es de las sensaciones más raras y chocantes del comienzo del embarazo... desde dentro de tu cuerpo, desde el centro de tu vientre brota un movimiento que se siente en tu interior pero al mismo tiempo no reconocés su causa y su autoría.. no sos vos la que está causando ese movimiento... cada movimiento me sumergía en largos momentos de reflexión... me replegaba sobre mí misma analizando esas sensaciones, y esa realidad impresionante de que dentro mío estaba creciendo una persona. Ahí, en medio de mis intestinos, de los órganos ensangrentados e inmundos (vamos a ser honestos, no hay nada artístico en el interior del cuerpo humano) ahí mismo una persona diminuta estaba creciendo... como un alien... como un intruso... y crecía y crecía, a ojos vista! Nadando en esos líquidos asquerosos había una niña que nacería y llegaría a ser una mujer como lo soy yo... ahora era tan chiquita... pero llegaría a crecer como su padre y su madre... Pensaba a cada rato en lo grande de este poder... Engendrar... Un hombre y una mujer pasan un momento muy agradable y Dios crea de la nada un alma inmortal y se la da a esa célula que se formó con el intercambio de jugos... Dios actúa junto con nosotros dos... está presente en ese momento tan íntimo, lindo y dulce de amor entre nosotros (un poco embarazoso el pensamiento, no??) Y entre nosotros tres (una vez más, y no lo había pensado antes, la imagen de la Trinidad al momento de empezar una nueva vida!) hacemos una persona!!!! Una persona!!! Una persona!!! No puedo dejar de sentirme sobrecogida ante la contemplación de esta realidad... Realidad maravillosa que de tan normal uno llega hasta acostumbrarse y darla por sentada... Una persona creciendo dentro de mi vientre...

Ese pensamiento me seguía a todas partes, invadía mi conciencia a cada rato, se filtraba en mis clases de ética y en todas mis actividades... Hasta en las clases de gimnasia... Un buen día, James de tanto retarme para que no subiera más de peso (yo estaba engordando demasiado y muy rápido) me recomendó hacer ejercicio y me anoté en un curso pre-parto que tenía el CEMIC. Constaba de una hora de preparación física (con ejercicios adecuados) y otra de preparación teórica. Yo me saltaba las teóricas porque todavía me faltaban muchos meses. Pero en la física, hacíamos ejercicios usando esas pelotas gigantes de goma. Estirábamos los músculos de la pelvis y hacíamos unos ejercicios que me resultaban un poco vergonzosos... elongación de músculos, estiramiento de ligamentos de caderas, fortalecimiento de los músculos del piso pélvico, relajación, respiración y más relajación... a veces me daban ataques de risa (yo siempre tan racional y controlada) al escuchar que tenía que sentir el oxígeno fluyendo por mis venas.... Nunca había tenido un contacto muy profundo con mi propio cuerpo, más bien evitaba toda referencia a la dimensión corporal como consecuencia de años de formación ascética y filosófica... y ahora se suponía que tenía que hacerlo... me sentía torpe y fuera de lugar... Pero quería aprender... además todo mi ser me llevaba en esa dirección... Todo mi ser, alma y cuerpo, estaban abocados a esta inmensa labor de gestar un nuevo ser... mi cuerpo operaba independientemente de mi voluntad... pero era toda yo, la que estaba dedicada a la tarea... y quien crecía en mi interior, atrapada en mi músculo uterino, también era una persona que estaba totalmente dedicada, en cuerpo y alma, a esa tarea de formarse y desplegar su naturaleza... Las células se dividían... los órganos se formaban... el sistema nervioso se complejizaba... sus características corpóreas se iban delineando... sus extremidades se estiraban... sus sentidos empezaban a funcionar... Y todo eso ocurría en mi interior... Jamás soñé que pudiera darse una dimensión así en este mundo... No era solamente una fuerte descarga emotiva lo que me embargaba todo el día (que también me pasaba... cualquier cosa me hacía llorar y cada gesto dejaba profunda huella en mí...) No era tampoco un razonamiento filosófico-teoríco sobre la realidad que se estaba dando en mí... era la contemplación amorosa de mi cuerpo alimentando y cobijando a una persona.. a una niña... Trataba de no abandonar la vida funcional y de no dejar fuera de esta maravilla a mi marido... pero tenía que hacer un esfuerzo para no estar sumida en mis propios pensamientos el día entero... Y cada vez que Victoria se movía dentro de mí la contemplación se disparaba otra vez... Y como expresión corporal de esa actividad de mi mente, mi mano se apoyaba sobre mi panza, uniéndose a la contemplación al modo que le es propio, con el tacto...

A la noche Alfonso acostumbraba leer un rato antes de ir a dormir. Mientras tanto yo en silencio me miraba la panza y meditaba.. Un día di un respingo y lo llamé urgida “mirá acá!!” sobre la piel de mi barrigota se veía perfectamente recortada la silueta de un pie... perfectamente visible, la planta del pie de mi hija parecía que se iba a salir, como en una película de terror!!! ¡Qué impresionante! Nos quedamos mudos los dos contemplando ese pie... que se metió adentro enseguida... y me dejó un dolor notable durante un rato largo... “A veces Victoria me da cada patada desde adentro”.... lo que más me duele es cuando me patea el esternón y me deja sin aire... o cuando apoya su piecito sobre la costilla y empuja... o cuando me presiona sin miramientos el nervio ciático con su cabezota y estira su cuerpo deformando la panza habitualmente bien redonda, como si fuera un pedazo de plastilina... Me acuerdo diciéndole a Alfonso “cuando esta chica crezca le voy a recordar cómo me pateaba!!” jajajajaja...

Mientras tanto la vida continuaba. Seguía dando clases, preparando el cuarto y cosas para la beba, conversando con Caro horas y horas de las lecturas que habíamos hecho, preparando el vestido para el casamiento de Mariano con Ximena, conociendo amigos nuevos y viéndonos con los viejos... Los cuidados médicos seguían su curso y como consecuencia de los controles estaba tomando vitaminas, relajantes musculares para evitar las contracciones, inyecciones de hierro contra la anemia, otra llamada “beta-no-se-cuantos” que eran corticoides para acelerar la maduración pulmonar del baby en caso de parto prematuro, etc, etc, etc... y la balanza que subía y subía... y James que me retaba... (tenía un antojo incontrolable de polenta al mediodía y de sandwiches de miga con tomate cuando iba por la calle... paraba en cada panadería... así subía la balanza!)

Pasaron todas las fiestas de fin de año (casamiento de mi hermano, fiestas de los trabajos, Navidad, Año Nuevo... ) y estábamos cuidándole la casa a Alfredo Fragueiro en San Isidro cuando llegó la noche del 12 de enero. Como yo tenía fecha de parto para el 12 de febrero estábamos cerca de Buenos Aires por si acaso, pero tratamos de mantenernos lejos del centro y sus calores veraniegos. Y fuimos a ocuparnos de la casa y perro de la familia Fragueiro mientras ellos se iban de vacaciones. Esa noche del 12 de enero a las dos de la mañana me desperté muy dolorida. “¿Necesitás otra almohada?” “No, gracias... casi no puedo hablar...” (desde que había crecido la panza yo dormía con tres almohadas, una en la cabeza, otra en el costado de la panza como un soporte para mantener el equilibrio al dormir de costado –única posición posible- y otra entre las piernas porque me dolía la panza si no...) “¿no hay manera de aliviarte?” “me recomendaron baños de inmersión para los dolores fuertes de espalda...” Y Alfonso partió a revisar la casa de arriba abajo buscando un tapón para la bañadera... y no apareció ninguno... y yo me doblaba del dolor en la zona lumbar... honestamente no podía ni hablar del dolor... Pasadas dos horas de sufrir yo y Alfonso contemplarme frustrado... el dolor pasó y volvimos a dormir. A la mañana siguiente decidí ir con él al Centro para asistir al curso pre-parto y quedarme en casa. Estaba agotada y no quería quedarme en esa casa grande sola. Me dejó en nuestro departamento y me tiré en la cama a dormir. Después de un rato, empecé a buscar por TE a James y no lo podía encontrar. Su secretaria no me decía donde estaba y me recomendó llamar a Beatriz, la partera. Así lo hice. Tras varios intentos la encontré en su celular. Le describí los dolores de la noche anterior, le pregunté si podía tomar algún calmante y dónde podía ubicar a James. “Mirá no lo vas a encontrar hoy porque está en la Trinidad... su mujer está teniendo una cesárea de urgencia porque tienen que operar a su bebe apenas nazca... pero, por qué no te das una vuelta, yo te reviso y adelantamos la reunión que teníamos mañana, te parece?” “Si voy para allá”. Habiendo solucionado ese tema me ocupé del armado la cuna para la beba.

Estela (mi cuñada) había restaurado al nacer su hija Titi (sobrenombre para Estela nieta) una cuna de bronce divina antigua que había sido de Tata (padre de Estela, mi suegra) y le había cosido unos volados con broderies antiguas de más de cien años con su velo correspondiente. Me habían dado la cunita para nuestra hija y yo le había hecho un colchón nuevo, sábanas, colchita y la había lustrado... Esa mañana del 13 de enero me dediqué a colgar con moños de raso blanco el canasto de la cuna a la barra de bronce que lo sostendría... Me sentía medio ridícula, porque faltaba un mes exacto... pero me ilusionaba mucho, así que armé toda la camita... Que era de cuentos de princesas... Después me subí a un taxi y partí rumbo al Sanatorio de la Trinidad.

Estuve en la sala de espera un rato. En eso apareció una mujer bajita, muy linda en la puerta que me mira y me dice “vos sos Dolores?, esa fue fuerte, no?” y me señaló la panza con la mano, haciéndome referencia a la contracción que acababa de tener... “más o menos.. no, no tanto” Entré en un cubículo diminuto y ella se puso los guantes... “contáme qué pasó anoche” Al terminar mi relato me dijo “ahora te voy a revisar para ver si dilataste el cuello del útero” El proceso fue doloroso... Vi las estrellas... apreté los dientes... en eso vino otra contracción y mi panza se puso dura... me dijo “Gordi, llamá a tu marido, vos de acá no te vas.. tu hija va a nacer en menos de 5 horas... te voy a internar.. y no te preocupes por James, yo le aviso, está acá mismo, y él seguramente asignará un reemplazante” Todo me parecía bien y la seguía caminando por el pasillo en estado de shock... Me metieron en un cuarto, apareció una enfermera y ahí mismo lo llamé a Alfonso. “y cuando vengas... ¿podrías pasar por casa y traerme el bolso que ya está listo debajo de la cama, por favor?”

Sentada en el borde de la cama, entre contracción y contracción, observaba el pulular de personas que se habían desatado en frenética actividad a mi alrededor. Enfermeras, técnicos, médicos residentes y Beatriz... ella supervisaba todo con una calma y una sonrisa que me hicieron sentir muy bien... pensé “es como mi mamá, pero dedicándose a esto como profesión” y se lo dije... y se lo agradecí... Estaba muy asustada y como paralizada... Me daban indicaciones y yo las cumplía... me pusieron uno de esos lindísimos modelitos de camisolines hospitalarios pero al revés, para tener acceso a mi voluminoso abdomen. Llegó Alfonso... Nos miramos profundamente, incrédulos a que ya había llegado el momento... Acomodó mis cosas en el ropero y conversó un poco con Beatriz. Yo había llegado a las cinco de la tarde, así que ya serían como las 6 o 7... Muestras de sangre (vuelta a confirmar grupo y factor... “ya les dije que soy 0-negativo”) muestras de orina, y en eso me metieron en la cama y me colocaron un cinturón de velcro con sensores: uno para medir duración, intensidad y frecuencia de las contracciones y el otro para monitorear los latidos del corazón del bebé. Se abrió la puerta y entró James..”hey” cómo estás?” “asustada...” “no te preocupes, yo estoy acá y de acá no me voy a ir... así que cuando llegue el momento Beatriz me va a llamar y yo voy a asistirte en el parto, no te preocupes, voy a estar ahí” “mil gracias... pero si no podes lo entiendo... cómo están tu mujer y tu hijo?” “mi mujer bien, mi hijo en plena cirugía... tenía un problema intestinal y por eso tuvimos que adelantar el nacimiento, porque no estaba creciendo lo suficiente... pero en serio, no te preocupes...yo voy a estar con vos” “mil gracias Ricardo!!!” Me dio una palmadita en el pie y se fue...

Tuvimos un ratito solos Alfonso y yo y pudimos conversar un poco sobre la realidad que nos estaba tocando vivir... Volvimos a revisar nuestro acuerdo prenupcial... El no entraría en el parto y yo lo acepté sin protestar... En eso entraron Estela (suegra), Alfonso (suegro) y Titi (sobrina de 5 años)... Saludos, comentarios de ansiedad y expectación... ”Estela y Pascal se fueron a comer a lo de Isidro y Carolina y nos dejaron a la Titi para cuidar” Se sentaron en los sillones para las visitas y nos dispusimos a conversar como si estuviéramos en el living de su casa tomando un copetín. Entró una médica residente a controlar el monitor y me dijo “acá hay demasiada gente” y bajó el volumen del control del corazón del baby... por fin.. un ruido menos... además, los latidos acelerados de la gorda, que se aceleran más aún con cada contracción es un ruido muy estresante... Con cada contracción la tensión muscular que arrancaba desde abajo y subía hasta el ombligo se iba poniendo más dolorosa... las sentía subir y apretaba los dientes y miraba para otro lado... sentía los ojos de todos los presentes sobre mi... trataba de esbozar una sonrisa y de seguir la conversación cuando en realidad mi cabeza estaba en otro lugar... las contracciones iban y venían... cada vez más frecuentes... cada vez más dolorosas... en eso entró Beatriz y miró atónita la congregación de gente en el cuarto... Estela tejía... Alfonso (mi marido) estaba a mi lado listo para satisfacer cualquier demanda... Titi con sus cinco años miraba, entre curiosa y asustada, a su tía convertida en ballena y acostada en la cama del Hospital... y Alfonso (suegro) seguía la conversación... “acá hay demasiada gente...” dijo Beatriz otra vez... y se fue... en eso Titi preguntó “y cómo van a sacar a la bebita de ahí adentro?”... vino otra contracción... apreté los dientes otra vez... miré para la pared... y escucho que la abuela le explica a la nieta “viene el doctor y con una varita mágica toca la barriga y sale la bebita”... y vino otra contracción... y yo pensé “si, claro!! Ojalá hubiera una varita mágica... seguro...” y otra contracción... Mis nervios iban en aumento... el dolor también... y sin embargo tenía que poner cara de “acá no pasa nada...” Tenía ganas de gritar!! Pero me callé la boca... y traté de sonreír...

En eso vino Beatriz acompañada de James... “vamos a romper la bolsa y a prepararte para llevarte a la sala de partos... les pediríamos a todos que se retiren” Salieron todos del cuarto... y de la mesa empezaron a sacar instrumentos... una aguja de crochet de medio metro de largo (así se veía al menos), una palangana y no se qué más... Me metieron la aguja y apoyaron la mano en la barriga mientras me sostenían las piernas flexionadas... sentí un tironcito desde el centro de mi cuerpo y a continuación un líquido calentito corría por mis piernas... “Ahora vas a tener contracciones más seguidas y van a ser más dolorosas... cuando termines de dilatar te vamos a dar la anestesia, antes no...” Y efectivamente, la siguiente contracción no se hizo esperar... y pensé que me moría del dolor!!! Me puse toda tensa anticipando el siguiente impacto... ya no podía hablar... ni respirar casi... tensa a la espera de la siguiente contracción... mi marido me apretaba la mano... y yo no separaba las muelas... mantenía mis mandíbulas presionadas para contener los gritos sordos, dentro de mi pecho..... Se volvieron a ir... pero esta vez Beatriz se llevó a Alfonso con ella... “si querés no entres en el parto... pero falta bastante, así que porqué no te cambiás así la acompañás en la espera dentro de la sala de parto?” “ok” y se fueron... Vino un enfermero y no sé cómo me puso en una camilla... me llevó por los pasillos y creo que un ascensor a un cuartito todo azulejado de color verde agua con una luz fuerte en el techo... hacia frío...

Me puso en una camilla alta... y con ayuda de Beatriz colocaron unas estructuras de metal que parecían canaletas para sostener mis piernas... aunque las cubrieron con unos paños igual se sentían muy frías... entró el anestesista... traía una jeringa con una aguja de unos 15 cm más o menos... y empezó a darme la explicación de los riesgos que corría... “ya me dieron otra peridural cuando me operaron del tobillo, ya sé que puedo quedar paralítica y hasta morirme... pero, por favor póngamela de una buena vez...” Me sentaron, apoyé la cabeza en el hombro de Beatriz y sentí cómo la inmensa aguja se iba introduciendo entre las vértebras de mi columna... y tras el pinchazo, un calor ardiente empezó a bajar por mi espalda hasta mis piernas... Me acostaron otra vez... y me calzaron las piernas en esas “perneras”... Ya mi postura y situación eran de exposición total.. con las piernas abiertas, habiendo perdido total control sobre ellas, acostada.. entró James y volvió a constatar que la dilatación era suficiente (10 cm) pero al terminar, a diferencia de los demás, me cubrió con una manta de papel que tenía sobre mí... se lo agradecí... alguien pensaba en mi decoro... Es notable como de las muchas cosas que no se dicen sobre el nacimiento de los hijos es que el proceso es terriblemente humillante para la mujer-madre... seres totalmente extraños te tratan como si tu cuerpo fuera algo público y disponible... y una se encuentra inerme en sus manos... Es altamente comprensible que después de pasar por una experiencia como el parto el pudor se reduzca dramáticamente en una mujer...

Yo solo veía el techo y la pared de enfrente con un reloj.. nada más... eran las 9 de la noche... de un martes 13... Alfonso me sostenía la mano y me decía cosas lindas, me daba ánimos y yo le tomaba el pelo porque la ropa estéril que le habían dado era de un color café con leche clarito que le quedaba muuuuuuy mal! El pobre tenía frío, estaba aterrado y se quería ir... en eso entró Beatriz con James y empezó el parto propiamente dicho... Era tarde para que mi pobre marido saliera del cuarto...

“Cuando venga la contracción, yo te aviso y vos pujás, ¿ok?” Durante el curso pre-parto, habíamos hecho muchos ejercicios para identificar cuáles eran los músculos que debíamos usar en el parto.. no eran los abdominales solamente, no eran las piernas, eran los músculos del piso pélvico los que debíamos relajar y contraer al ritmo de las contracciones para ayudar a nuestros hijos a salir por el canal y liberarse de la presión del útero... El problema que yo tenía era que con la anestesia no sentía el dolor (gracias inventor de la peridural!!!) pero tampoco controlaba mis músculos desde la cintura para abajo, así que cuando me decían que pujara yo contraía todos los músculos de mi cuerpo a la espera de estar dando con el movimiento adecuado... Hacía un esfuerzo racional muy grande tratando de visualizar en mi mente lo que tenía que hacer... pero no sentía mi fuerza ni mis músculos... “Vamos, lo podés hacer mejor!” decía James... “más fuerte Dolores” decía Beatriz...”casi veo la cabeza...” y en eso Beatriz se subió a un banquito, cruzó su antebrazo sobre la parte superior de mi abdomen y tiró todo el peso de su cuerpo sobre el brazo, empujando con fuerza hacia abajo... Esa ayudita me dolió durante varias semanas.. “mirá!!” me dijo ella... y vi asomarse una carita de muñeca... linda como ninguna otra muñeca que hubiera visto en mi vida... con un lúgubre color gris violáceo y los labios, perfectamente redonditos, de color violeta... detrás de la cabecita apareció el resto del cuerpo y segundos después me la apoyaron sobre el pecho... qué linda que es!... qué linda que es!!...qué linda que es!! yo lloraba... fue un mini ratito... pero no lo podía creer!!! Corrían mis lágrimas... entre la emoción, la emoción, la emoción... y el agotamiento... “Gracias” me susurró Alfonso al oído... “sos una genia”... y padre e hija partieron con el neonatólogo y enfermeras...

Quedamos solos Ricardo y yo... “vamos a esperar un ratito a que salga la placenta”... yo le trataba de dar charla... él me masajeó un poquito la panza desinflada, pero grandota todavía, y volvió a sentarse... “no hables y descansa!” “Ricardo, sé que tuviste un día largo y complicado... gracias!!!!”... “acá está!” y sentí cómo una masa blanda salía de dentro de mí... la recogió con la mano y me la mostró... la placenta... cómo es posible que una cosa tan asquerosa sea tan importante y vital? Y después de dejarla en algún lugar se dedicó a coser el tajo que me había hecho para facilitar la salida de mi hija... Yo ya no tenía frío... y veía mis piernas reflejadas en los anteojos ensangrentados de mi médico... que me cosía con gran dedicación... al mismo tiempo me sentía sentada sobre una gigantesca esponja... para horror mío comprobé pasando la mano, que esa esponja eran los kilos de más que había estado acumulando durante el embarazo... qué asco! “ya está!” me dio una palmadita en la pierna y se despidió con un “te veo mañana, ok? Tratá de dormir...” Volvió el camillero, me subió a la camilla y me llevó nuevamente a mi cuarto, donde una enfermera se dedicó a cambiarme el camisón y a lavarme un poquito...

Llegó Alfonso... llegó una bandeja con comida... llegó el neonatólogo quien me explicó que dejarían a la beba en terapia intensiva en observación porque su respiración era irregular... Alfonso se comió la comida... yo me tomé todas las pastillas que me dieron y después de un ratito de conversación íntima lo mandé a dormir... Ah!! me olvidaba de decir que a la vuelta de la comida, Estela (cuñada) y Pascal pasaron a saludar pero no pudieron ver a la beba porque estaba en la ICU... Se fueron todos (Alfonso con ellos) y yo apagué la luz... Terminaba el día 13 de enero y era hora de dormir un poco... Le pedí a la enfermera que me dejara la bolsa de hielo que me habían puesto para desinflamar la panza... Yo extrañaba la presión, el peso, la presencia de mi hija dentro de mí... y la bolsa me ayudaba a sentirme más cómoda... Finalmente apagué la luz.

En algún momento amanecí y tomé el desayuno... también alguien me bañó y me ayudó a ponerme mi propio camisón... Y en algún momento vinieron a buscarme para llevarme en silla de ruedas a la terapia intensiva a ver a mi bebita... La levantaron de la cunita y me la dieron “vamos a ver si se prende bien... si es así te vas a sacar leche para que le demos un poquito mientras esté acá..” Tomé a mi bebita en brazos... toda chiquitita, calentita, rosadita, con los puños cerrados... me abrí el camisón muerta de nervios, sintiéndome examinada... sería capaz de hacerlo? acerqué la carita de mi hija a mi pecho y empezó a olfatear y abrió la boca buscando el pezón y lo empezó a mordisquear... la enfermera le puso un dedo en la boca, comprobó la succión y me dijo “muy bien... ya está! Ahora andá a las bombas y sacate un poco de leche” Caminé en la dirección que me habían selañado, y entré en un cuartito donde había unas bombas eléctricas que succionaban y te sacaban la leche... como un tambo para mujeres!! Me sentía perdida... en eso entró una mujer y, con ella, James!!! Me presentó a su mujer, intercambiamos saludos y ellos partieron... No me acuerdo muy bien qué pasó ese día con todo detalle... Sé que se materializaron unas rosas divinas regalo de mi marido en mi cuarto... sé que mamá y Ana vinieron a verme y no pudieron ver a Victoria... pero mamá estaba más interesada en su hija que en su nieta y eso me encantó!!! Me daba consejos para que descansara y me cuidaba... En algún momento de la tarde trajeron a la bebita en una cunita de acrílico transparente al cuarto... y en algún momento se quedó ya conmigo... Me la pusieron para darle de mamar... ya no me importaba que la enfermera me controlara... No lo podía creer... qué linda es mi hija!! Que carita más perfecta tiene... y es toda mía y está acá toda para mí!! Me abrí el camisón y puse su cara contra mi pecho... y ella empezó a succionar y a tragar!!! Un espasmo me corrió por la espalda... un espasmo de puro placer... y sentí la contracción del útero con cada succión... No lo podía creer... de mi cuerpo estaba brotando leche y mi hija estaba alimentándose de ahí!!!! Esos pechos que yo tanto despreciaba, que incomodaban y ni siquiera servían de adorno porque eran diminutos, ahora adquirían todo su sentido... de ellos brotaban chorritos de leche (varios, como una regadera)... un líquido amarillento, más acuoso que la leche de vaca, pero que se fue espesando un poquito con el correr de los días (desde el calostro inicial a la leche propiamente dicha, con más grasa y más consistencia)... Un día, ya en casa, me dio curiosidad de entender porqué me daba tanta sed y ansiedad de comer cosas dulces cuando amamantaba a mi beba... la necesidad de reponer los líquidos era más que obvia... pero y el deseo de ingerir dulces?... me saqué un poco de leche con una bombita manual y la probé... con aprehensión al principio y sin descaro al segundo sorbo... aunque de apariencia desagradable el gusto de la leche materna es rico, dulce, muy dulce.. ahí comprendí porqué mi cuerpo acusaba la necesidad de reponer el azúcar consumida...

Mi hija tomaba su leche, traspiraba del esfuerzo de succionar, y apoyaba su puñito sobre mi pecho... esa manito diminuta y perfecta apoyada al costado de su cara me llenaba de ternura... Jamás pensé que fuera posible sentir tanta ternura en esta vida... se me cerraba la garganta de emoción al mirarla... y le pasaba un dedo por la mejilla... la miraba y la miraba... extasiada.... y la apoyaba contra mi pecho fascinada... Era increíble!! Hasta hace pocas horas (ni 24) esta bebita estaba dentro de mi barriga.. ¿cómo es posible que entrara? Y ahora estaba acá, en mis brazos, tomando la leche que brota de mis pechos... ¡es de no creer!!! ¡Es de no creer!!! Gracias mi Rey por hacerme madre....

Al terminar no la acosté en su cunita sino que la puse a mi lado en la cama.. y me pasé largas horas contemplándola... “te quiero...” y le daba un besito en la frente... “te quiero”... y le pasaba el dedo por la cara siguiendo cada curva... “te quiero...” y la acercaba un poquito más a mí... y al final me la puse estiradita sobre el pecho... sentirla ahí es lo que más me gusta... ella dormita, al ritmo de los latidos de mi corazón, y yo la escucho respirar y le doy besitos en la cabeza... y la miro... y la miro... y la miro...

Gracias mi Rey por hacerme madre...

Dolores

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