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Mostrando las entradas de noviembre, 2006

Armas

Argentina / Estados Unidos / Sudáfrica Como a cualquier chico sano me gustaban las armas. Primero de juguete, naturalmente. Me acuerdo que para mi primera comunión (tenía yo 6 años recién cumplidos), uno de los amigos de papá y entonces miembro de la TFP, Julio Ubbelohde (hoy sacerdote de Los Heraldos del Evangelio) me regaló una súper ametralladora de plástico, con ruidos y luces varias. En la fiesta post-primera comunión en la casa de mis padrinos, yo estaba encantado con el juguete nuevo y posé para varias fotos con mi impecable traje de Eaton, banda colorada con el león rampante de la TFP y mi ametralladora. Además del surtido habitual de revólveres de plástico (o de lata en el caso de los más relistas revólveres “a cebita”), me acuerdo de una cerbatana que tiraba flechitas con punta de goma. Vivíamos entonces en un departamento en la calle Araoz, y me acuerdo que adquirí bastante puntería con la cerbatana en cuestión, para molestia de mis hermanos que eran el blanco habitual de mi

En el Eremo de Pilar (I)

Partido de Pilar, 1970 a 1970 y pico Cuando papá y mamá y mis otros tres hermanos viajaron a Estados Unidos allá por 1978, se decidió (como dije, en la TFP en Sr. “Se” decidía mucho...) que yo me quedaría donde estaba, en el Eremo de Pilar, bajo las órdenes directas de José Antonio Tost y una supervisión general de Tío Cosmín. En su momento me explicaron que al Dr. Plinio le parecía mejor que yo me quedara donde estaba, y contra esos pareceres se discutía poco y nada, menos yo con mis 14 años. La verdad sea dicha no me importaba quedarme. El Eremo de Pilar había sido siempre “el” lugar para estar. Mis primos Cosme y Mario me habían precedido en ese camino, y nunca me voy a olvidar la envidia que me daban ellos, apenas dos y un año mayor que yo respectivamente, que ya habían participado de una caravana a Ushuaia, estado en Chile gastando zapatos en la compaginación del libro “La Iglesia del Silencio en Chile”, y estaban haciendo todo lo que a mí me gustaría hacer. Así que cuando después

Cómo limpiaba!!!!!!!

Cuando leía en el diario que el Mayor Mercado había sido pasado a retiro por las críticas al presidente Kirchner publicadas por su mujer, entre muchas cosas que pensé, recordé cómo conocí a Cecilia Pando allá por el año ´83. Nos encontramos trabajando un mes de enero en la Administración de "La Chacra", casa de retiros que el Opus Dei tiene en la ciudad de Bella Vista. Las dos teníamos 15 años y por lo visto no teníamos nada mejor en que ocupar nuestro verano... La Chacra es una casona que fue ampliada para alojar a un centenar de personas en retiros espirituales, convivencias y cursos de verano. La Administración es una propiedad paralela con un staff permanente que se encarga de los servicios de comida, limpieza y esos menesteres. El hecho es que La Chacra funciona como un hotel cuatro estrellas (no califica para cinco por faltarle algunos servicios indispensables para poder postular para la quinta... pero no por el nivel de los servicios que sí ofrece) y la Ad

Máma

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San Isidro, 1996 A Máma la conocí de bebe. Pero mis esporádicos recuerdos de la infancia no le dan a ella características únicas. Hasta donde sé jugaba su papel de abuela, pero confieso que tengo más recuerdos de Abuelo que de ella. Seguramente mis intereses de chico no me acercaban a sus cosas, o fruto de una cultura de “los varones con los varones…” habré sentido más interés por Abuelo desde un primer momento. Esto cambió cuando yo era más grande. Abuelo murió cuando yo estaba visitando a mis padres en Tenerife, y una vez que volví a Argentina pude conocer a Julia Helena Sundblad de Beccar Varela, mi abuela. Los años habían pasado, y su entorno ya no era la casona de varios niveles y recovecos en la calle España sino una casita más discreta en la calle Chile. Yo trabajaba en San Isidro y cada tanto me escapaba a almorzar a su casa, y ahí, sentados en la mesa, usando unos vasos que parecían “marca registrada” de su casa, y probando mi arroz con leche favorito, conversábamos de todo un

Puerto Trinidad... el Principio

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Buenos Aires, mediados de 1996 Mi primer trabajo estable y remunerado lo conseguí por una recomendación de mi tía segunda, Amalia Aubone. Ella trabajaba en el Instituto de Altos Estudios Empresariales (IAE), la versión argentina del IESE en Navarra. Es una escuela de negocios del Opus Dei, y en la época que estoy hablando tenía su centro en la calle Agüero, a media cuadra de San Agustín. Amalia me presentó a Alberto Ballvé, uno de los profesores y directivos de la entidad, que a su vez mantenía un negocio paralelo de consultoría con dos socios en San Isidro. Se ve que mi forma de trabajar (y sobretodo mis conocimientos de computación) lo impresionaron a Alberto, y organizó una entrevista para que me conocieran Rodolfo Vernet y Eduardo Bertello, sus socios. La empresa se llamaba BBV Consultores, usando las iniciales de sus tres apellidos. Tenían una oficinita en el número 1970 de la calle Tómkinson, al lado de una estación de servicio Sol, y a pocos metros de la esquina donde se ubi

Cuando Conocí a mi Marido

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San Isidro, 12 de junio 1996 Los primeros días de junio murió Mariquita. Vivía en la esquina de casa, con su marido e hijos, desde que yo tengo uso de razón, fue como una tía para mi. Un día se enfermó de cáncer y al final, después de mucho pelearla, se fue al Cielo. Yo estaba realmente dolida, y fui al velorio en su casa y después al cementerio. Cuando salíamos de casa con mamá rumbo al Memorial. Al pasar por la esquina le pregunté a mamá “quién ese señor que está parado ahí?” “Ese es Alfonso Beccar Varela, cuñado de Mariquita” “Es espléndido!!” Bueno, hoy en día, el espléndido cuñado de Mariquita es mi suegro y el abuelo de mi hijos... Qué chico es el mundo! Pero mi marido estaba al lado con èl y no lo vi.... Pasaron los días, me fui al campo un fin de semana con mi tía Maria, mi hermano Fernando y su novia María. Fueron días de mucha calma y un poco de aburrimiento (no faltó la proyección de una película bien críptica de un director polaco cuyo nombre se me fue en este instante!

Maldiciendo al Obispo de Viedma

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Bariloche, Marzo 1978 ¡Finalmente había llegado de hora de mi primera caravana! Hacía casi un año que yo vivía en el Eremo de Pilar, y todavía no se me había dado la oportunidad de subirme a la camioneta con los demás, y empezar a recorrer pueblo por pueblo, casa por casa, para llevar nuestra lucha ideológica anticomunista a cada rincón de la República Argentina. La razón de ser del Eremo de Pilar era supuestamente la acción pública para pregonar el mensaje a los lugares más alejados, y la verdad que pasar mes tras mes en una quinta en José C. Paz, con esporádicas “campañas” a la salida de alguna misa en Buenos Aires o en la popular calle Florida, no era lo que a mí con mis 14 años (¡qué grande!) me parecía importante. La caravana que ser armó, con Ushuaia como objetivo, tenía un carácter apostólico, ya que uno de sus miembros, Andreas Merán – un austro-argentino que conoció la TFP Brasileña a través de Francia – era nuevo en el grupo y la caravana seguramente presentaría oportunid

Salmonella al por mayor

Belgrano, 1989-1990 Había terminado mis dos años de formación intensiva (Centro de Estudios) en la Residencia Universitaria Sur. Me ofrecieron quedarme un par de años más y ayudar en la dirección de la casa y la formación de las chicas que venían de todo el país para mejorar su preparación. Así que mientras cursaba cuarto y quinto año de la Facultad, enseñaba latín, doctrina católica, “buenos modales y etiqueta” en la Residencia. En esa casa vivían unas 50 chicas argentinas, paraguayas y bolivianas estudiantes o profesionales recién recibidas, de carreras muy diversas. Y entre ellas muchas estudiantes y residentes de Medicina. La presencia de las doctoras era siempre muy bienvenida... especialmente en una temporadita en la que tuvimos tres epidemias de salmonelosis en el período de año y medio. Un buen día, de una en una y como gotas que caían de un sachet de suero en la cama de un paciente, empezaron a enfermarse las chicas de la Residencia. Todas tenían los mismos síntomas: dolor mus

En Campaña por el Norte Argentino (II)

Jujuy, Mayo 1979 Después de un largo día de campaña en la ciudad de Jujuy, me armé de coraje y le pedí a José Antonio unos minutos para conversar un rato. Tenía que transmitirle la preocupación del “sector joven” de la caravana. Estábamos preocupados con la falta de “entusiasmo” y “radicalización” (términos muy de moda en aquel entonces) del grupo, y queríamos hacer lo que pudiéramos para mejorar el ambiente. En el Hotel Belgrano en el que nos alojábamos, había un restaurante con barra, y ahí, los dos solos en la barra tomando 7-Up tuvimos nuestra conversación. José Antonio me confirmó lo que ya suponíamos: esta caravana en particular contaba con algunos elementos indeseables (Pancorvo y José Walter), lo que hacía todo más difícil… pero él se alegraba de todas maneras por la gracia que había permitido que nosotros veamos eso, e íbamos a trabajar juntos en lo que quedaba del viaje para ver cómo podíamos hacer para mejorar las cosas, etc. etc. De vuelta en mi cuarto les conté a Cosme y M

Política Con Ojos de Adolescente

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Buenos Aires, 1982 - 1983 En este artículo no voy a evaluar los hechos como los veo hoy, sino simplemente describir cómo los viví cuando yo tenía 13 años y estaba por cumplir 14. Corría el año 1982 y yo estaba empezando segundo año cuando un buen día nos desayunamos con la noticia de que el Ejército Argentino había tomado las Islas Malvinas. Eso significaba que estábamos en guerra con Gran Bretaña. A partir de ese día, cada mañana al llegar al colegio comentábamos, generalmente a los gritos, los Comunicados del Estado Mayor Conjunto... nos inundaba una euforia antibritánica exagerada, al punto de burlarnos de cómo se iban a morir de frío los “gurkhas” cuando llegaran a Las Malvinas con sus cimitarras... (los imaginábamos salidos de un libro de Emilio Salgari) Cada mañana también empezábamos el día cantando la marcha a las Malvinas: “Tras su manto de neblina, no las hemos de olvidar, Las Malvinas argentinas, brama el viento y ruge el mar, ni de aquellos horizontes nuestro emblema han de

Indios Rubios y Soldados con Trenzas

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Azul, 1980-81 El otro día leía una frase que decía algo así como que “uno se pasa la vida de adulto tratando de recuperar lo bueno de la infancia”. Sea o no sea verdad, a mí me llevó de nuevo al pasado. A esa época donde otros me contenían y nadie dependía de mí... esa época inocente y feliz rodeada de mi familia... y de esa época, los mejores momentos que recuerdo se concentran en un lugar y en un tiempo: los veranos en el campo de María con mis primos y hermanos. María, hermana mayor de mamá, era la dueña del campo. Pero habitualmente se lo prestaba a su hermano Hernán para pasar unos días en el verano. Así es como partíamos en dulce montón hacia la ciudad de Azul. Los hijos de Hernán y Micky, Micaela, Francisco, Magdalena y Teresa; los hijos de mamá: Juan, Mariano, Ana y yo (los demás se quedaban con mis padres en casa) y Merceditas, hija de Pablo. Eramos diez primos de edades similares, muy amigos y compañeros de colegio. Pasábamos un mes juntos disfrutando a lo grande! (En la foto

Verano en Mascardi

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Villa Mascardi, Diciembre 1991 - Enero 1992 Se iba a cumplir casi un año de mi vuelta a Argentina. En Beccar Varela Diseños (“La Empresita”) estábamos con mucho trabajo, pero claramente el emprendimiento no iba a levantar vuelo para convertirse en nada serio. En otro frente, mis tímidas tentativas de conocer chicas habían resultado en caminos sin salida. La verdad era que yo me sentía incómodo e inseguro. Sin trabajo, sin un pasado común, desconectado de los temas que a ellas les interesaba, mis “dates” se reducían a un par de cafés y a invitarlas al cine. A la segunda o tercera vez, eran ellas que con alguna gentil excusa ponían fin a mis esfuerzos, para que el circo empiece nuevamente con otra… Fue en este contexto cuando me enteré en Diciembre que Tio Cosmín se había comprado una cabaña frente al lago Mascardi y que Isidro estaba viajando para pintarla y acomodar todo antes que sus padres fueran ahí a pasar el verano. Me pareció una oportunidad bárbara para alejarme de Buenos Aires