Cuando Conocí a mi Marido

San Isidro, 12 de junio 1996

Los primeros días de junio murió Mariquita. Vivía en la esquina de casa, con su marido e hijos, desde que yo tengo uso de razón, fue como una tía para mi. Un día se enfermó de cáncer y al final, después de mucho pelearla, se fue al Cielo. Yo estaba realmente dolida, y fui al velorio en su casa y después al cementerio. Cuando salíamos de casa con mamá rumbo al Memorial. Al pasar por la esquina le pregunté a mamá “quién ese señor que está parado ahí?” “Ese es Alfonso Beccar Varela, cuñado de Mariquita” “Es espléndido!!” Bueno, hoy en día, el espléndido cuñado de Mariquita es mi suegro y el abuelo de mi hijos... Qué chico es el mundo! Pero mi marido estaba al lado con èl y no lo vi....

Pasaron los días, me fui al campo un fin de semana con mi tía Maria, mi hermano Fernando y su novia María. Fueron días de mucha calma y un poco de aburrimiento (no faltó la proyección de una película bien críptica de un director polaco cuyo nombre se me fue en este instante!!!). Al volver mamá me dijo que había llamado un tal Alfonso y que llamaba otro día. Y así fue. Cuando llamó para invitarme a tomar algo al salir de su trabajo, me acuerdo que fui a conversar con mi padre y le dije “tiene el mismo modo de hablar que el P. Gustavo”. Cuál no fuera mi sorpresa cuando me enteré que el sacerdote era tío segundo de mi marido....

Como había visto a uno de los tíos Beccar Varela en un debate televisivo me imaginé a Alfonso igualito, al menos en lo ideológico y me preparé para una noche de discusiones. Elegí mi ropa muy cuidadosamente para lucir bien “informal” y hasta un poco hippie. Aunque era Junio y supuestamente estábamos a las puertas del invierno hacía un calor de locos... y la elección de la ropa era todo un desafío.

Puntualmente sonó el timbre y mi hermano Javier me avisó que había llegado Alfonso. Abrí la puerta y lo saludé, lista para salir. Mi primer pensamiento fue “a este tipo lo metieron en lavandina!!” Es que yo había estado en el colegio con Héctor Beccar Varela y me imaginaba que Alfonso iba a ser bajito, de pelo negro y lacio... y resulta que delante mío tenía un sujeto altísimo, rubio y de pelo ondulado. Camino al auto también me llamó la atención su andar, caminaba manteniendo mi ritmo pero como sin esfuerzo. Qué cosas raras piensa uno cuando se encuentra por primera vez con una persona! Otra cosa que llamó mi atención fue su nariz (otra cosa rara, no?) era grande pero me hizo acordar a las estatuas de los próceres. Y sus manos... enormes y finas... es gracioso pero el modo como daba las curvas con el volante del auto me pareció súper elegante (¡!!)

Nada como una Quilmes para romper el hielo!
Lo cierto es que fuimos a tomar una cerveza a un shopping center en el Tren de la Costa. Y aunque en ese momento la cerveza no me gustaba demasiado me la tomé igual. Hablamos de todo un poco , me contó que había estado viviendo muchos años en Sudáfrica, y hasta discutimos acerca de la posibilidad o no de conocer la verdad objetiva. En un momento le pregunté directamente “Qué es la TFP?” Y èl se puso un poco colorado (cosa que niega a rajatabla hasta el día de hoy). Y me dio su análisis de los hechos. Su manera de exponer las cosas me gustó. Y después de un rato de conversación me llevó a casa. Ya estacionados me preguntó si me gustaba navegar, porque su cuñado tenía un velero, que mantenían a medias y que podría ser algo divertido. También me dijo que a veces al salir del trabajo él iba al barco a leer un rato y tomar un wiskey. Una vez más el alcohol marcaba el destino de mi vida. Ahí mismo pensé “este tipo me cae muy bien... y le gusta el wiskey!! Acá hay futuro!!”

Es que había tenido una experiencia muy diferente pocas semanas antes. Una de mis futuras cuñadas (la novia de uno de mis hermanos, bah!) había decidido que me iba a “enganchar” con un primo de ella. Y según ella éramos tal para cual. El caballero en cuestión era de La Rioja, famosa zona productora de vinos y de un presidente muy peculiar. Partimos a un asado, donde mi acompañante y yo éramos los más viejos. Era un asado con todas las de la ley: con chorizo, carne, ensaladas, etc. Uno de los chicos me ofreció algo para tomar y le pedí una copa de vino tinto. Instantáneamente sentí un par de ojos clavados en mi nuca . Bueno, mi supuesta “media naranja” se sirvió coca-cola!!!! En el auto de vuelta hablando de todo un poco con mi cuñada ella comentó que sólo le gustaba el champagne, y yo aporté que a mí me gustaba casi todo. El riojano me dijo “si, ya me di cuenta” Yo sonreí por fuera y pensé por dentro “con este tipo no salgo nunca más!”.

Ahora en cambio, tenía delante mío un hombre agradable que me invitaba a navegar y que me iba a ofrecer un wiskey!!! Esto sí que tenía futuro!!! (y lo tuvo.. hoy nueve años después de ese primer encuentro, con tres hijos a nuestro alrededor seguimos tomándonos un vaso de wiskey cada tanto, aunque hace muchos años, demasiados, que no salimos a navegar).

Para mí el wiskey tiene sabor de familia. Durante toda mi infancia el comienzo del final del día, empezaba (guau que difícil escribir esta frase!!) con un wiskey en casa de mis abuelos que Vivian cruzando la calle. Todos los días, después de Misa de 7, los hijos y algunos nietos iban a su casa a tomar un wiskey y conversar de las cosas del día. Yo siempre le robaba los hielos a mi abuelo de su vaso, así saboreaba alguna gotita amarilla que había quedado en el hielito. Muertos mis abuelos no desapareció la costumbre, y al volver papá de trabajar mientras mamá cocinaba para la gran familia, papá le servía un wiskey y conversaban un poco sobre sus días respectivos... Han pasado los años y yo siento la necesidad de hacer lo mismo.. Vuelve Alfonso de trabajar y me encanta sentarme en el living con un vaso de líquido ámbar en la mano y el tintinear de los hielos, para ir cerrando un día y hacerlo juntos. Nunca nos hemos emborrachado, jamás. Pero el color de atardecer y el hecho de sentarnos a conversar con calma después de un día intenso, es algo muy lindo... Por eso me gusta el wiskey.. .y gracias al èl enganché a mi marido!!!!!!!!!!!

Dolores

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