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Mostrando las entradas de 2008

Del Impublicable Mamotreto a la World Wide Web

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Siempre creí que para ser quienes somos tenemos que combinar tres ingredientes: Genética: Nuestros genes tienen un papel en decidir sobre nuestras personalidades y por lo tanto sobre nuestras vidas. Educación: La educación que recibimos de nuestros padres y otros en nuestros años “formativos”. Libertad personal: El famoso “libre albedrio” que nos permite tomar decisiones propias más allá de lo que los dos condicionantes previos nos indiquen. Cada persona usará estos ingredientes en distintos porcentajes, y la mezcla que resulte nos brinda quienes somos. Sirva esto de introducción para explicar mi relación con la genealogía. * * * Mi abuelo Carlos Federico (“Tata”) Ibarguren Aguirre dedicó muchos años de su vida a investigar sus antepasados. En la era anterior al email o a internet, se correspondía con genealogistas, hurgaba archivos y recorría bibliotecas juntando datos que terminaron formando lo que el se denominaba su “impublicable mamotreto”, una obra escrita a máq

Plinio Correa de Oliveira

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De todas las personas que han tenido alguna influencia en mi vida, ciertamente Plinio Correa de Oliveira (el Dr. Plinio) compite con ventaja contra cualquier otra. Yo no tenía aún 5 años cuando mis padres abrazaron con fervor “la causa” de la que él se había convertido en referente. En aras de esa causa se tomaron decisiones en nuestra familia que marcarían mi vida para siempre: sea en lo referente al tipo de educación que recibiríamos, sea en cuan amplio o pequeño sería el círculo de nuestras relaciones familiares, o sea sobre los valores que primarían en nuestra formación religiosa. La influencia de Plinio, de forma indirecta a través de mis padres – o sobre mis ideas en forma directa – me acompañaron durante todos los años que podríamos llamar “formativos” de mi vida. Yo tenía casi 30 años cuando que tomé la decisión de alejarme de la TFP. Este alejamiento fue primero físico. Irme a vivir a otra parte y ganarme la vida por mi cuenta. Pero fueron años antes de que yo pudiera toma

La "normalidad" de una adscrita

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Cómo eran mis días antes de pitar como aspirante? Iba al colegio de lunes a viernes, ahí escuchaba Misa todas las mañanas, estudiaba y participaba en las clases, me divertía con mis compañeras de colegio en los recreos, sacaba libros de la biblioteca y me sentaba en el patio después de almorzar para leer un buen rato. Un día a la semana iba al club donde tenía círculo, meditación y alguna actividad interesante, como teatro, cerámica, artesanías, etc. Los fines de semana salía con mis primas a navegar, al volver a tierra aprovechábamos para pasar revista de los "niños" presentes en el bar del club, bronceados tras un día de jugar con el viento y con el pelo revuelto, íbamos a Misa el Domingo a última hora y nos preparábamos para enfrentar una nueva semana escolar. Cuando no salía con mis amigas o primas, acostumbraba preparar algo rico para acompañar una taza de té con mis padres y hermanos (una torta, galletitas, tostadas azucaradas con canela, etc) y conversaba con ellos y t

Empieza la Tercera Guerra Mundial!!!

El andamiaje de teorías que hacían el mundo interno de la TFP único era bastante extenso. Si tuviera que resumirlo en un solo párrafo sería algo así: En su trayectoria multisecular, la Revolución gnóstica e igualitaria viene destruyendo la Civilización Cristiana. La Revolución responde a dos pasiones, el orgullo y la sensualidad y es el instrumento del demonio para destruir la obra redentora de Dios en la tierra. El demonio actua a traves de “las fuerzas secretas” (masoneria y afines) y también cuenta con unos individuos posesos por él que se denominaban internamente “presitos”. Las “fuerzas secretas” son de una astucia y poder ilimitados, ya que practicamente no hay evento en el mundo que no se les pueda atribuir a su maléfico conspirar. Los buenos (o Contra-Revolucionarios) tienen que luchar contra estas fuerzas que en la tierra al menos parecen todo-poderosas. Este proceso destructivo de la Revolución en todos los frentes (religioso, cultural, político y hasta humano) esta degradand

Chiquilinadas peligrosas

Tal vez más de un lector de estos recuerdos cree que ciertos relatos son fruto de mi imaginación. Por increible que algunos recuerdos parezcan, no son tentativas mías de incursionar en el campo de la ficción. Les prometo que les avisaré cuando así lo haga! La realidad es que a mi mismo me cuesta creer algunas de las cosas que viví desde chico en la TFP Argentina. Pero en fin, es la realidad que me tocó vivir y ciertamente me dá a esta altura relatos amenos para contar. Disfruten del que sigue… El año era 1978 y el lugar de nuestras hazañas el sur de la Provincia de Buenos Aires. Más precisamente Carmen de Patagones y Viedma, del otro lado del rio. Era la misma caravana que bajo el liderazgo de nuestro “quidam” José Antonio Tost Torres se dirigía presumiblemente a Ushuaia, la ciudad más austral del mundo, pero que de hecho no llegaría más lejos que Bariloche, como ya conté en otro relato. Era plena época del gobierno militar, que hacia dos años controlaba el país, y la verdad que no se

Un Año Perdido

Después de cuatro años trabajando en Armstrong Growers, era evidente que mi carrera dentro de la compañía estaba estancada, no solo de un punto de vista jerárquico (lo que me importaba poco) sino especialmente de un punto de vista financiero (lo que me importaba mucho). Me llevaba bárbaro con la gente, mi jefe James, y cultivé amistades personales con muchos, particularmente con Tracy Densmore, Gerente de Ventas de la compañía y que vivía a pocos minutos de casa en Yucapia, CA. Pero, lamentablemente, nada de eso se traducía en un aumento de sueldo que me permitiese pasar de la banda de subsistencia en la que nos encontrábamos. Había llegado a lo que parecía un tope de 57 mil dólares al año, y cada aumento anual en la zona de los 3 mil dólares a duras penas alcanzaban para cubrir los gastos que seguian aumentando. El problema no era solo que la industria de la horticultura no era de las que mejor pagaban, sino que mi jefe, James Russell, no parecía darle a la plata el valor que tenía,

Duke Lee: Un final misterioso

La periferia de la TFP estaba compuesta por amigos y simpatizantes, o como se los conoció más tarde, “corresponsales y esclarecedores” que compartian los ideales del grupo pero que por “razones de estado” (familia, trabajo, etc.), no podían o querían dedicar su tiempo completo. En sudáfrica, uno de estos amigos era un tal Duke Lee, un rhodesiano de origen presumiblemente inglés, tío de Lee Mattiuzzo, un jóven que durante años tratamos de captar pero que nunca se terminó enganchando con nosotros. Duke era un tipo unos años mayor que yo (pero no muchos), de mediana o baja estatura, con varios kilos de más por aquel entonces y un temperamento nervioso y carcajada fácil. El poco pelo que le quedaba tendía a ser enrulado, usaba anteojos, y no salía de su casa sin portar un enorme Webley .455, ese revólver inglés de fines del siglo XIX que usa Lawrence de Arabia como fue inmortalizado por Peter O’Toole. Había venido a Sudáfrica después de la desaparición de Rhodesia y el surgimiento

El corazón y el esqueleto según San Pablo

El Domingo pasado probé una iglesia nueva. No una religión nueva (¡no se alarmen!), pero me cansé del cura con pelo teñido y cuya cara bronceada en medio de la lluvia y nubosidad de Portland delataba a un frecuentador de la pantalla solar. Desde que había empezado a ir a la parroquia de San Antonio de Padua en Tigard, alternaban las misas dominicales el párroco (descripto más arriba) y un cura hindú que realmente hablaba bien y cuyo respeto por la liturgia era bienvenido. Durante meses jugué a la ruleta rusa, ya que nunca sabía que cura me iba a tocar. Si me tocaba el hindú podía relajarme y las posibilidades de una misa con cierta espiritualidad y recogimiento eran grandes. Si me tocaba el párroco, me tendría que “bancar” la hora siguiente para no escandalizar a mis hijos, ya que lo que realmente tenía ganas de hacer era irme a otra parte y dejar a este cura-showman haciendo lo suyo sin mi presencia. Pero no se puede. Finalmente, poco antes de mi viaje a Argentina en Julio, el hindú

Tradición Familia Propiedad

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En la TFP nos encantaba la tradición. De los tres “valores imperecederos de la Civilización Cristiana” que supuestamente defendíamos, la tradición era ciertamente el más querido. No se podía pasar mucho tiempo en una sede de la TFP sin darse cuenta que nos sentíamos más cómodos en el pasado. Autodefinidos como “cruzados del siglo XX”, desde la decoración de la casa hasta la ropa que usábamos dejaba claro nuestro desdén por lo moderno, sea en su versión herética condenada por San Pio X (el modernismo) o en su versión diaria que nos agredía a diario con inmoralidad, socialismo, modas, progresismo, pelo largo, relativismo, superficialidad, y tanta otra cosa que andaba suelta por ahí. No nos autoproclamábamos “tradicionalistas” porque había más de uno que así lo hacía, y lejos estábamos nosotros de asociarnos, aunque sea de nombre, con algún “falsa derecha”. Lefevristas, nacionalistas, sede-vacantistas o cualquier otro que integrase (o peor aún, liderase) un movimiento de derecha era p