El cáncer y yo
I Durante muchos años el cáncer avanzó sigilosamente por mi cuerpo. Se instaló en el hígado, los pulmones, el cerebro, la columna y otros lugares. Como un ejército que avanza sigiloso en la noche, fue tomando posiciones estratégicas, y cuando se sintió suficientemente fuerte lanzó su ofensiva final. El cáncer tenía razones para ser optimista. Durante diez años, los médicos miraron para otro lado, y le habían dado tiempo de crecer y hacerse fuerte. Seguramente pensaba que, con un poco de suerte, la ofensiva sería breve e irreversible. Y efectivamente ese fue el diagnóstico que recibí del Dr. Mangla del University Hospital en Cleveland. “De no recurrir a un tratamiento, es imposible predecir cuánto tiempo de vida le queda”, me dijo. “Dependiendo de cuánto ha avanzado el cancer en el cerebro, tiene Ud. entre algunos días y algunas semanas de vida”. No hubo lágrimas ni escenas dramáticas porque la revelación ya no era una sorpresa. De hecho, una ecografía había revelado unos días antes un