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El cáncer y yo

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I Durante muchos años el cáncer avanzó sigilosamente por mi cuerpo. Se instaló en el hígado, los pulmones, el cerebro, la columna y otros lugares. Como un ejército que avanza sigiloso en la noche, fue tomando posiciones estratégicas, y cuando se sintió suficientemente fuerte lanzó su ofensiva final. El cáncer tenía razones para ser optimista. Durante diez años, los médicos miraron para otro lado, y le habían dado tiempo de crecer y hacerse fuerte. Seguramente pensaba que, con un poco de suerte, la ofensiva sería breve e irreversible.  Y efectivamente ese fue el diagnóstico que recibí del Dr. Mangla del University Hospital en Cleveland. “De no recurrir a un tratamiento, es imposible predecir cuánto tiempo de vida le queda”, me dijo. “Dependiendo de cuánto ha avanzado el cancer en el cerebro, tiene Ud. entre algunos días y algunas semanas de vida”. No hubo lágrimas ni escenas dramáticas porque la revelación ya no era una sorpresa. De hecho, una ecografía había revelado unos días antes un

Mi Tio Cosmín

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Mi Tío Cosmín en el escritorio de su casa, pocos días antes de ser internado y de su eventual fallecimiento. Foto sacada por su nieta Josefina. Durante el mes de enero de 2020, después de pasar unos días con mis compañeros de colegio en Galletué (Chile), estuve en Buenos Aires para visitar familia y amigos antes de volver a mi casa en Portland, Oregón. Como era habitual en todos los viajes que he hecho a Argentina desde que dejamos el país y nos vinimos a vivir a Estados Unidos, arreglé con tiempo una visita a mi tío Cosme Beccar Varela (Cosmín para los íntimos), hermano mayor de mi padre. En viajes pasados, lo habitual era que yo me daba una vuelta por "el Estudio" en la calle Reconquista, e iba directamente a su oficina en el segundo piso. Allí, siempre rodeado de sus queridos libros y recuerdos de toda una vida, me recibía con el cariño que siempre me tuvo y nos poníamos al día. Frecuentemente lo encontraba también en una minúscula oficina sentado en lo que parecía ser u

Exalumnos

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Ya conté en otro de mis recuerdos ( Regina Angelorum ) si no todo, mucho de mi experiencia escolar al márgen del sistema de educación acreditada en la Argentina de mi infancia. Así como Alvin Toffler dice que los colegios modernos, con sus horarios y disciplina, fueron diseñados con el objetivo de servir de “day care” para los hijos de los obreros que necesitaban las fábricas surgidas durante la Revolución Industrial (¡y al mismo tiempo prepararlos para ocupar sus lugares cuando les llegase el turno!), nuestro mini-Colegio tenía como único objetivo prepararnos para la gloriosa gesta que nuestros padres ya habían emprendido, cuyo desenlace -- al mismo tiempo sangriento y glorioso era inminente -- llegaría en cualquier momento.      Pero como bien sabemos, el desenlace ansiado no llegó nunca. La Bagarre aún se hace esperar, nuestro profeta Plinio murió en un hospital paulista en 1995, y la “orden de caballería” creada por él se convirtió en un mounstro de siete cabezas, incapaz de vivi

Mi increíble paseo por Calvarrasa de Arriba

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Era media mañana cuando terminé de cerrar mi única valija y me dispuse a seguir mi viaje por España. Hacía una semana que me hospedaba en el hotel Plaza Mayor de Salamanca, frente a la lindísima Iglesia de San Martín de Tours y a pocos pasos del Ayuntamiento. Me proponía volver a Madrid, vía Ávila, usando la A-50, una moderna autopista que une las tres ciudades. Mi GPS no andaba ese día, y por lo tanto yo estaba usando un mapa turístico, nunca suficientemente claro, que me llevó al sur del rio Tormes (¿dónde estará el lazarillo? no puede dejar de preguntarme…) en búsqueda de la entrada a la autopista. Venía bien encaminado, o así creía yo, cuando en menos tiempo de lo que tardé en mirar del mapa a la ruta y de la ruta al mapa, me encontré en el Paraje las Pellejonas primero y de ahí, enorme rotonda de por medio, en la ruta CL-510, que según el mapa parecía seguir una dirección similar a la A-50... pero no era la misma. Bajando la velocidad (había bastante tráfico local ese soleado mar