La Lluvia

Puerto Trinidad, 24 de Octubre 2000

Nosotros estamos muy bien... Aunque llevamos dos semanas de lluvia constante que nos tienen un tanto cansados... dos semanas en donde no deja de llover en ningún momento... dos semanas de cielo gris... dos semanas de viento frío... dos semanas de no ver a nadie por la ventana... dos semanas de no poder salir afuera...

Obviamente Alfonso va a trabajar todos los días. Deja el auto en la entrada del barrio (justo donde termina la calle de asfalto) y sigue a pie o en uno de los jeeps de los obreros que recorren las calles de barro como si fueran una autopista (!!!!!!). Pero yo no salgo ni un segundo, y los chicos tampoco. Así que estamos un tanto cansados de tanta lluvia.

Al principio, cuando me quedaba sola, me daba un poco de miedo. Pero de a poco me fui acostumbrando; además si alguien se animara a salir con este tiempo en medio de los caminos barrosos, yo lo vería llegar desde lejos. Nuestra casa está en medio del campo pelado, sin árboles ni casas, solo el pasto y el viento.... La perspectiva que tenemos desde la casa es vasta. ¡Pero el silencio es tan denso que cualquier ruido resalta y te sobresalta!

Además, con esta lluvia no podemos recibir visitas: ¡nadie puede pasar! Y así todas las tardes me paso largo rato mirando por la ventana esperando la llegada de mi marido. Como en las películas se ve a la mujer del soldado oteando el horizonte...

Pero a pesar del desamparo que generan la soledad y el silencio, disfruto mucho mirando la lluvia caer y moverse con el viento. Es como si el viento jugara con las gotas zarandeándolas de acá para allá; y las gotas se juntaran para sostenerse y hacerse compañía. Se ve como una cinta o un paño de color gris que se balancea según los caprichos del viento. A veces el viento se mantiene en una dirección y las líneas son unas diagonales bien marcadas. Otras el viento se arremolina y el paño de gotitas se pliega sobre sí. Y en eso, te distraés y (¡zás!) se estrella sobre la ventana donde estás parada mirando, haciendo que pegues un salto. Estoy muy contenta de haber puesto tantas ventanas en la casa, de ese modo tengo muchos y diferentes ángulos de observación.

Y el ruido del viento... el silbido furioso y enojado al chocar con el techo y las paredes de mi casa... como si le molestara que le hayamos puesto un obstáculo en el campo que hasta ahora era solo suyo. En venganza hace crujir el techo y me asusta con los golpes...

Con la lluvia han salido los sapos, las ranas y los caracoles de sus cuevas. Se escucha croar a las ranas y las podés ver saltando en la zanja del costado del camino. No es muy difícil imaginárselas diciéndose unas a otras “¡vamos al agua... viva!” “¡que llueva, que llueva, la vieja está en la cueva...!” Los caracoles se arrastran con su parsimonia habitual desplegando sus antenas para orientarse en la media luz del día tormentoso. ¿Y los sapos? Van a explotar de tanto comer! Los ves dando saltitos y estirando su lengua para cazar algún mosquito o bichito que desgraciadamente no los vio llegar!

La de mosquitos que va a haber cuando esta tormenta termine! ¡Preparemos los insecticidas!Aunque trato de mantenerme ocupada, me aburro bastante. Así que he resuelto (hemos resuelto, ya que todo lo hablamos y lo decidimos juntos) contratar algún servicio de TV satelital. Y, esto es URGENTE, un teléfono celular. Por suerte vivimos en esta era de las comunicaciones satelitales y podemos prescindir de los cables cuando estos no llegan a donde vos estás, ¿no? Sino, ¿cómo haría para escribir? Y sin escribir... ¿cómo podría mantener mi mente clara?

Dolores

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