Máma

San Isidro, 1996

A Máma la conocí de bebe. Pero mis esporádicos recuerdos de la infancia no le dan a ella características únicas. Hasta donde sé jugaba su papel de abuela, pero confieso que tengo más recuerdos de Abuelo que de ella. Seguramente mis intereses de chico no me acercaban a sus cosas, o fruto de una cultura de “los varones con los varones…” habré sentido más interés por Abuelo desde un primer momento.

Esto cambió cuando yo era más grande. Abuelo murió cuando yo estaba visitando a mis padres en Tenerife, y una vez que volví a Argentina pude conocer a Julia Helena Sundblad de Beccar Varela, mi abuela. Los años habían pasado, y su entorno ya no era la casona de varios niveles y recovecos en la calle España sino una casita más discreta en la calle Chile. Yo trabajaba en San Isidro y cada tanto me escapaba a almorzar a su casa, y ahí, sentados en la mesa, usando unos vasos que parecían “marca registrada” de su casa, y probando mi arroz con leche favorito, conversábamos de todo un poco con Paz haciendo acotaciones.

Yo, siempre interesado en deshilvanar el pasado y en enterarme de anécdotas personales (sobretodo de abuelos que yo sabía no estarían conmigo mucho más tiempo), no encontraba en Máma una interlocutora entusiasta. No eran para ella las visiones retrospectivas, ni el chusmerío centrado en detalles de la vida personal de este o aquella. Acostumbrado a sentarme y simplemente oír anécdotas de la vida de mi abuelo, Tata Ibarguren, no lograba llevarla a ella a revivir su pasado. Sin manifestarlo, me daba mucha rabia ya que había oído de mi madre un montón de anécdotas, y sabía que la vida de mis abuelos Beccar Varela Sundblad estaba llena de cosas interesantes. Pero ella prefería centrarse en mis cosas, en el presente.

Pese a su edad y crecientes achaques, Máma vivía en el presente. Era claro cómo se nutria del cariño que recibía y daba a su gran familia que con el habitual bullicio se juntaba a su alrededor. A medida que los nietos dejaron de ser chicos fueron reemplazados por los bisnietos, que ella aceptaba en sus arrugados brazos y sobre quienes derramaba, en más de una oportunidad, lágrimas de emoción. (En la foto, cuatro generaciones: Máma, papá, Victoria y yo).

Máma era arbitraria, ciertamente, y los que la conocieron de joven dicen que hasta caprichosa y malcriada por mi Abuelo, que según tengo entendido nunca le negó nada. Pero en la mujer que volví a conocer de grande yo ya no veía caprichos… y sus arbitrariedades eran usadas solamente para desplegar, con gran vehemencia, los cariños y odios que surgían de su gran corazón.

Porque si había algo que Máma tenía era un gran corazón. Poco acostumbrado a recibir afectos, los suyos me desbordaban y no se dejaban rechazar. Como al menor y más malcriado de sus nietos, Máma me invitaba a saquear su inventario de Vaquitas de dulce de leche, que yo imaginaba compradas especialmente para mí. Y aunque yo conocía la existencia de la libreta con las fechas de nuestros cumpleaños, su fiel llamado cada 25 de Octubre a la mañana me sorprendía como si se hubiese acordado pese a sus achaques.

Si hay algo que lamento es que en sus últimos años, la gran matriarca tuvo que vivir distanciamientos y peleas entre sus hijos. Un día, agarrándome la mano, me dijo que estaba segura que si Abuelo viviera eso no hubiera pasado. Nunca sabremos si tenía razón o no. Pero ella sí lo sabía. Sus certezas eran así: avasalladoras. Sobretodo cuando confirmaban cuanto quería a su marido, que la había precedido en el camino a la eternidad, y que ahora presidía las reuniones desde un cuadro arriba de la chimenea.

Recibió con brazos abiertos a Dolores en la familia (a quien le dio su receta para que me prepare el arroz con leche) y conoció a Victoria y Alfonso. Cuando me despedí de ella antes de venirme a California, supuse que no la iba a ver más y tuve razón. Seguramente ella lo supuso también. Pero no hubo dramas ni egoísmos. Me alentó en el camino que estaba tomando y me prometió que la Virgen nos iba a ayudar. Y estoy seguro que desde el cielo nos esta viendo, y, si pudiera, me tiraría unas Vaquitas.

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