Aprendiendo Latin

Buenos Aires, 1986

Llevaba años soñando con ser periodista, por eso en el último año del colegio analicé las opciones que ofrecía el mercado en materia de capacitación. Como las escuelas de periodismo no tenían carácter universitario en ese momento, decidí estudiar una carrera de corte humanístico para “formarme” la cabeza y después dedicarme a la prensa escrita. Las opciones que yo veía eran Derecho o Filosofía. Como papá era profesor en la UBA un día me puse a mirar los exámenes que tenía para corregir. Cinco minutos de ojear las hojas escritas por los alumnos fueron suficientes para descartar el Derecho de mi lista. Además, mi amiga y compañera de banco, Valeria, me estaba haciendo el laburito fino para que me anotara en la Facultad de Filosofía de la UCA con ella. Yo no quería ir a la UCA porque tenía la impresión de que iba a estar llena de curas y monjes. Y la idea no me parecía muy interesante. Pero en ese punto mi padre, siempre muy respetuoso de las libertades de sus hijos y de sus decisiones, se puso firme: “¡si querés estudiar Filosofía, sólo en la UCA! En la UBA no vas a estudiar nada y lo poco que estudies va a ser marxismo concentrado. Si querés estudiar en la UBA será Derecho, Economía, Medicina... ¡pero no Filosofía!” OK!!! Allá partí hacia la Pontificia Universidad Católica Argentina “Santa María de los Buenos Aires”.

Confieso que en mi primer año, no vi a ningún monje... Y los curas, eran el Decano y los profesores de Teología... Pero eso sí, en mi clase de 35 alumnos, dos querían ser sacerdotes (y de uno en particular todas las chicas pensábamos que era un desperdicio... pero sobre Miguel hablaré más adelante) y tres futuros pastores protestantes: dos peruanos y uno coreano (qué hacían estudiando en la facultad más conservadora y ortodoxa que la Iglesia Católica tenía en la Argentina es algo que nunca entendí). Y si lo que yo buscaba era formación intelectual, estaba en el lugar correcto.

El primer día de clase tuvimos la primera clase de Latín de nuestra larga carrera. Como nuestra Facultad estaba decidida a prepararnos para tener acceso a los textos filosóficos originales, era condición de ingreso el dominio de un idioma moderno. Ellos se encargarían de enseñarnos los clásicos para que pudiéramos acudir a las fuentes del nacimiento de la Filosofía. Así es que los alumnos de la carrera de Letras, Filosofía e Historia nos aglutinamos en un aula esperando a nuestra profesora. Entró una señora de pelo blanco, bajita, con forma de rombo y una bolsa repleta de libros y hojas. Se presentó diciendo que su nombre era Sara Alonso Dopico, pero que nosotros la llamaríamos “Magistra”. Y aclaró “pero con pronunciación clásica no eclesiástica”. Ahí mismo nos dimos por enterados de que el latín que se usa en la Iglesia es diferente (en pronunciación y detalles gramaticales) al latín clásico de Cicerón y Virgilio. A continuación escribió una lista de nombres latinos en el pizarrón y los nombres de todos los alumnos. Y nos explicó que en sus clases íbamos a usar los nombres de los personajes que aparecerían en los textos que traduciríamos. El mecanismo era el siguiente: ella nombraba a un alumno que se ponía de pie y las chicas elegían un nombre para los chicos y los chicos para las chicas. En cuanto oyó esto un chico alto de la primera fila empezó a darse vuelta para pedirle a las chicas que lo bautizaran “Augustus”...Llegó su turno, se paró ¡y las chicas mayoritariamente votaron “Cupido”!!!! ¡El pobre se quería morir!!!! Y le pusieron al coreano, que no hablaba nunca con nadie y mantenía un perfil bajo inigualable el nombre de Augustus.

Cuando me llegó mi turno de ser rebautizada, me pusieron “Postumia”. Cuando me enteré quién era la dama en cuestión yo también me quería morir... Parece que en los banquetes romanos había un personaje que se contrataba para dirigir el brindis (de hecho pertenecían a una especie de sindicato de escanciadores). Los banquetes más codiciados socialmente eran aquellos donde Postumia oficiaba, porque se decía que en sus mezclas de vino y agua (costumbre de la época para hacer estirar más el vino y no terminar borrachos en la primera ronda de brindis) las proporciones del primero eran bien generosas. Parece que Postumia tenía bien claro que “aquae perniciae vini”. Desde ese día en adelante no pude impedir que me tomaran el pelo mis amigos con mi fama de borrachina...

En primer año aprendimos los rudimentos de la lengua que nos permitieron empezar a traducir. Empezamos con Horacio, con sus poemas satíricos breves, burlándose de los personajes políticos y sociales en la era post-Julio Cesar. Era una especie de Nik del Imperio Romano (bueno, del Imperio Romano con todo lo que significa...) Y nos divertíamos descubriendo las personalidades de los nombres que llevábamos: el senador hambriento de honores, la dama entrada en años que se rodeaba de viejas feas para contrastar y quedar favorecida, aquel poeta desconocido que se creía Homero... y un largo etc.

Magistra también organizó un coro y nos invitó a unirnos. Estaba compuesto por estudiantes de toda la Facultad y preparaban “Carmina Burana” del músico alemán Carl Orff. La música era espectacular (como todo lo compuesto por Orff) y moderna. Las letras eran poemas medievales. Ahí conocí a muchos otros estudiantes y me hice muy amiga de todos ellos. Nuestra Facultad era muy chiquita y nos conocíamos todos. Imelda tocaba el violín, Vilma, la flauta traversa. ¡A mí me pusieron a “reforzar” al único tenor que tenía el coro!! Yo, que siempre había odiado que me vistieran de varón en las obras de teatro del colegio (por mi altura y pelo corto), ahora que usaba el pelo largo y era indiscutiblemente una mujer, a causa del registro de mi voz (un contralto bastante grave) ¡terminaba cantando en la sección de los hombres!!!! Pero eso me colocaba en una situación altamente envidiada por las otras chicas... ¡porque estaba más cerca de Lucas!! Él era alto, atlético, de pelo negrísimo, esloveno – lo que significaba que ignoraba a cuanta chica se le pusiera delante a no ser que hablara Esloveno — y tenía la voz más linda del mundo... Cuando él cantaba todas las mujeres (al mejor estilo “murallas de Jericó”) caían derretidas a sus pies... Es que no hay nada más romántico que el canto de un hombre.. y seguramente volveré sobre este punto en otros recuerdos. Pero volvamos a Lucas... Cuando estaba en los últimos semestres de la carrera dejó sus estudios de Filosofía para empezar su carrera de cantante en el Teatro Colòn. Hasta donde sé, sigue siendo uno de los “Bajos” privilegiados del Teatro (derecha).

De Magistra recuerdo muchas cosas y todas ellas son lindas y positivas. Nos exigía mucho, porque nos daba mucho. Un día estábamos por dar examen de Latín II (última materia que teníamos con ella porque Latín III y Latín IV estaban a cargo de otros profesores) y nos encontramos en el aula: Miguel, Eduardo, Marcelo y yo. Los tres chicos eran los mejores promedios de la Facultad, Miguel era “medalla de oro” de cuanta institución educativa lo había recibido, Eduardo estudiaba dos carreras a la vez (Filosofía en la UCA y Psicología en la UBA), Marcelo (conocido como Cupido) era brillante.... Entró Magistra para tomarnos el examen escrito de traducción, pasado el cual podíamos dar el oral con contenidos de cultura latina... Al ver a los chicos todos de impecable traje azul y corbata, comentó “qué buenos mozos que están!!! ¡Ya tienen aprobado la mitad del examen!!” Inmediatamente elevé la voz de protesta “y yo???, si quiere voy y me pongo un traje Magistra!” “no, bonita.... Ud. No tiene que ponerse traje para estar linda!” Traje o no traje, el 50% del alumnado reprobó el examen escrito... Magistra nos esperó a la salida y nos dijo a Marcelo y a mí que nuestra traducción no estaba bien. Marcelo se puso furioso (era tan apasionado para todo... para gozar de la vida y para sufrir las contrariedades).. y yo le contesté “no se preocupe Magistra, ya estoy acostumbrada.... nos vemos en Marzo!”

Me costó un poco tomarle la mano al latín... de hecho las lenguas nunca han sido mi punto más fuerte.. pero después de cuatro materias de “Lengua y Cultura latinas” aprendí mucho y traducía sin mayores problemas textos de Cicerón , Séneca y un largo etc de autores antiguos, además de poder corregir las traducciones de la Editorial Porrúa (que nunca se caracterizó por la calidad de sus traducciones) en más de una obra de Tomás de Aquino!!!! Como me decía una amiga (bueno, LA otra chica de nuestra clase... porque durante los últimos tres años fuimos dos chicas en una clase de 11 alumnos) “sos increíble... tenés las notas más altas al aprobar las materias y la mayor cantidad de bochazos en Latín y Griego!! ¿Me podés explicar qué hacés en los exámenes?”

¡Qué lindos fueron los años de la Facultad! Conocí tanta gente buena.... me hice tantos buenos amigos... Aprendí mucho, crecí mucho, maduré mucho (hasta me enamoré de un profesor, pero eso es para otro artículo)... Y me dejé embrujar por el Amor a la Sabiduría, al punto de que nunca me dediqué al periodismo como había planeado en un principio...

Dolores

Comentarios

Héctor M. dijo…
El jueves, 03 de abril de 2014, falleció Magistra a la edad de 89 años. Realmente, una de mis grandes maestras en mi vida.
Anónimo dijo…
Siempre la recuerdo a Magistra... una grande! y a los companeros porque yo estaba en esa generacion aunque en Letras.
Salut, Magistra!
Nina Bruni
Siempre recordaré a Magistra, quien me enseñó Latín en 1980 y 1981

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