La Empresita

Buenos Aires, mediados de 1994

Mi trabajo como “Printing Manager” en el Kelmac Group of Personnel Services fue un éxito. Fue el primer trabajo que conseguí, por mis propios medios, cuando decidí alejarme de la TFP en Sudáfrica, y la verdad que me dio mucha confianza en mis habilidades poder hacerlo bien. No solo el trabajo en sí, sino haberme hecho un lugar en la empresa, relacionarme con mis jefes, pares y subordinados y darme cuenta que de una manera u otra me las iba a poder arreglar “en el mundo”, dejando definitivamente para atrás a la TFP y sus ideas.

Fue una época de muchos cambios en mi familia. Mi salida de la TFP coincidió también con la vuelta de Estela a Argentina y el reestablecimiento de relaciones con la familia Ibarguren. Carlos ya se había ido de la TFP antes que yo y trabajaba en cuna casa de venta de computadoras en Johannesburgo. No falto mucho antes que papá y mamá volvieran definitivamente a Buenos Aires, seguidos por Carlos y que yo me quedara solo en Sudáfrica.

Ahí me di cuenta que el éxito laboral no era todo, y que a punto ya de cumplir 30 años, era hora que pensara en formar una familia, o en otras palabras, conocer una chica con la que me pudiera casar, tener hijos y hacer una vida “normal”. Pero mi forma de ser y mis ideas me impedían contemplar la posibilidad de casarme con alguna sudafricana. Si me iba a casar lo tendría que hacer con una argentina de familia “conocida”. Vale la pena mencionar también que, recién salido de la TFP, no estaba listo para andar invitando chicas a salir, en ninguna parte, y que mi vida social en Johannesburgo en ese entonces era prácticamente nula y ciertamente no incluía invitar a chicas a ninguna parte.

Así que termine haciendo mis valijas una vez mas, me despedí de mis amigos sudafricanos y me volví a Buenos Aires. A empezar de nuevo. A instalarme, echar raíces, no se cómo conocer a alguien, casarme, tener hijos y morirme tranquilo. Ese era el plan.

En Buenos Aires me instalé con mis padres, Carlos y Estela en el departamentito de la calle Austria. La verdad que el depto nos quedaba realmente chico. Tenía solo dos dormitorios y éramos cinco grandes. Más que una familia de 400 años, parecíamos inmigrantes recién llegados. Pero la verdad era que ¡éramos recién llegados!

En el frente laboral, mi primera tentativa fue trabajar con mi tío Santiago en su inmobiliaria SBV Operadores Inmobiliarios. Tenían oficinas en el segundo piso del estudio, y eran socios de Santiago en aquel entonces Adolfo de la Torre y Javier van Gelderen, más comúnmente conocidos como “los enanos” debido a su corta estatura sobretodo al lado de Santiago.

Pese a que por muchas razones – sobretodos ideológicas y de mi relación con mis primos Cosme, Mario e Isidro – tío Cosmín siempre fue oficialmente mi tío preferido, Santiago en aquel entonces competía exitosamente por mis afectos. Su casa en San Isidro siempre estaba abierta y era un tipo con el que podíamos conversar de todo de forma agradable. Además, ¿que tío manejaba un Mercedes Benz, tenía una lancha en el Náutico de San Isidro, cabaña en Bariloche y estaba siempre de buen humor?

Así que la oferta de trabajo en su inmobiliaria no era sorprendente. Lamentablemente yo no poseía las cualidades necesarias para ser exitoso en el rubro. Al día de hoy me acuerdo que Adolfo me pidió que vaya a mostrar un departamento a un potencial comprador, y yo no pude mas que estar de acuerdo cuando el cliente me empezó a mostrar la pintura saltada, humedades y otros defectos que a su entender le quitaban valor al piso. Claro que en mi corto tiempo en SBV no “cerré” (ni abrí!) ninguna operación, por lo que tampoco gané un peso, ya que estaba a comisión. Era hora de buscar otra cosa.

Después de algunas búsquedas infructuosas en los diarios (ver avisos), y de ser descartado por algunos parientes como Marcelo Aubone por no tener suficientes estudios, me pareció hora de tratar algo por mi cuenta. Y ahi surgió "La Empresita".

Mi primo Isidro había empezado una empresita de diseño grafico usando una Mac Classic que le había comprado a un tal Miguel “Mike” Palacios, que vendía productos Apple desde una oficinita de planta baja en Melo y Junin. Pero sea por razones de facultad o porque se suponía que Isidro tenía que trabajar en el estudio de abogados de su padre, él no estaba en condiciones de seguir sirviendo a los pocos clientes que había conseguido.

Yo, por otra parte, había adquirido experiencia en diseño gráfico en Sudáfrica, por lo que llegamos a un trato: Isidro se convertía en socio capitalista de la nueva empresita, aportando el equipo (computadoras, impresoras y oficina en el piso de su padre) y yo aportaba el trabajo. Si mal no recuerdo, pactamos en 20% la participación de Isidro.

Así empezó “La Empresita” (que oficialmente se llamaba Beccar Varela Diseños). Pronto lo recluté a mi hermano Carlos y entre los dos empezamos a buscar y servir clientes para trabajos de diseño. Nuestros clientes típicos eran las múltiples pequeñas imprentas que abundan en el micro centro y la verdad que trabajo no nos faltaba. Carlos era muy bueno detectando y atrayendo nuevos clientes, y a mi me resultaba fácil y entretenido trabajar en la computadora. Teníamos tanto trabajo que terminamos reclutando a mi primo Fernando Socas para que actúe de cadete haciendo entregas. Además, Fernando es todo un artista dibujando, por lo que su talento también nos era útil para ilustrar algunos de nuestros trabajos. (Parte de un folleto publicitario al lado).

Yo mantenía en una prolija planilla Excel estadísticas de nuestros resultados financieros, y la verdad que la empresita ponía plata en nuestros bolsillos todas las semanas y nos daba para tener algunos gastos a los cuatro.

Una actividad paralela que desarrollaba yo en esa época y que me resultaba aún más rentable era transcribir “El Mamotreto” al formato Mac. Me pasaba horas con los originales escritos por Tata en una maquina de escribir, llenos de correcciones y papelitos pegados con agregados y párrafos nuevos, re-escribiendo todo esto para re-imprimirlo y hacer copias para Tío Enrique (hermano de Tata y financista del esfuerzo), Tata y la Biblioteca del Jockey Club. Este trabajo, y las copias que cada tanto algún familiar o interesado pedía, me generaban fondos adicionales que siempre eran bienvenidos.

Pero la realidad era que el mercado estaba saturado de gente haciendo trabajos de diseño gráfico, y que nuestra operación casera nunca pudo dar el salto cualitativo necesario para cobrar mejor, atraer más volumen y sobrevivir. Para colmo de males, durante ese primer año que pase en Buenos Aires a la vuelta de Sudáfrica, mi sueño de encontrar una chica que cumpliese mis requisitos termino en un rotundo fracaso. La verdad sea dicha yo no me sentía nada seguro en mi situación y me avergonzaba bastante andar dando explicaciones sobre mi historia en la TFP y aventuras afines.

Terminando el año, aproveche la oportunidad de un viaje a Mascardi con Isidro y Tomás Delacre (otro primo hermano) para liquidar la empresita y tomarme unas vacaciones y pensar un nuevo rumbo. Dejo para otro artículo este viaje (que fue muy entretenido) y sus consecuencias. Pero la Empresita desapareció y con ella mi primera tentativa de ser dueño de mi propio negocio.

Alfonso

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