Merecidas vacaciones I

Virgin Gorda, 6-13 de Junio 1997

Hoy estoy agotada y los chicos no dejan de hacer desastres. Después de limpiar el azúcar que volcaron sobre la mesada de la cocina decidí seguir el consejo de un amigo e irme de vacaciones. Por eso me siento a escribir unas merecidas y sorpresivas vacaciones que pasé en las British Virgin Islands con Alfonso a los pocos meses de casarnos.

Un día de abril me llamó Alfonso para preguntarme si me interesaba hacer un viaje a las Islas Vírgenes. Obviamente mi respuesta fue afirmativa. Y al llegar a casa después del trabajo me contó que Alberto Balvé (profesor del IAE y consultor de empresas) estaba formando un equipo para hacer un control de gestión en un hotel muy exclusivo de las BVI. El equipo estaba formado por Alfredo Fragueiro (consultor de hoteles y entre otras cosas había estado en la remodelación y reapertura del Hotel Llao-Llao), Pablo Corradi (asistente de Alberto en el IAE y experto en tableros de control) y Alfonso (quien sabía bastante de tableros de control y mucho inglés, así que iba en calidad de intérprete cualificado). Prepararon el viaje y partimos el 6 de Junio. Yo era la única mujer que se había sumado al grupo; Martita, la mujer de Alfredo, se quedó en Buenos Aires (cosa que lamenté porque de chica siempre la admiré y decía que quería ser como ella cuando fuera grande!) Pablo todavía era soltero y su novia vivía en Mendoza.

Yo nunca había viajado en avión y me divertía mucho la novedad. En Ezeiza nos encontramos todos los integrantes del equipo (colada incluída) y nos dispusimos a embarcar. Cual no fuera mi sorpresa cuando vi avanzar a los dos hermanos Petersen con sus respectivas mujeres por el pasillo del avión. Cuando los saludé Alfonso me miró y me dijo “si llegás a encontrar a alguien conocido en Virgin Gorda, yo te mato!” Y nos reíamos porque cada vez que salíamos a la calle en Buenos Aires yo empezaba a saludar a gente conocida. Los Petersen iban a St.Martín a navegar por el Caribe de vacaciones. Nosotros teníamos que hacer trasbordo en San Juan de Puerto Rico, de ahí volar a St. Thomas y de ahí a Tortola (BVI), para finalmente subir a una lancha que nos llevaría a Biras Creek (nombre del hotel)


Despegamos... era mi primer despegue.. y sentía cosquillas en la boca del estómago. Por las ventanas se veían las luces de Buenos Aires, miles de luces chiquititas que parecían diamantes y pepitas de oro sobre un manto de terciopelo negro! Seguimos subiendo y el avión se estabilizó. Entonces nos sirvieron la comida... Alfonso pidió que le sirvieran vino para tomar y yo... jugo de naranja!!! Había empezado mi abstinencia de alcohol porque sospechaba estar embarazada. Como todavía no estábamos seguros no habíamos dicho nada a nadie... pero yo ya me estaba cuidando, y cuidando a nuestro hijo. Alfonso estaba pendiente de cómo me sentía, pero las molestias eran constantes e inalterables, en tierra o a 10.000 metros de altura. Comimos, miramos tele y finalmente tratamos de dormir...

Llegábamos a Miami y empezó el descenso... volvió el vértigo... cómo me gustó sentir la potencia que ponían los frenos para detener esa mole velóz!!!! Ese fue mi primer aterrizaje... pero cada vez que aterrizo pienso lo mismo “qué fuerza!!!” En el trencito para desplazarnos por el aeropuerto nos volvimos a encontrar con los Petersen y María Teresa me dijo “qué impresión, al último que saludé ayer antes de salir fue a tu hermano Pedro!! Y ahora te encuentro a vos acá.... Vaya sorpresa!”

Caminamos por interminables pasillos y rellenamos interminables formularios... finalmente embarcamos hacia Puerto Rico. Inmediatamente noté la diferencia étnica y social de los pasajeros de este avión. Había muchos hispanos (palabra inventada en EEUU para referirse a quienes hablan castellano y son de piel morena) y negros. Como nunca había visto un negro de cerca estaba muy divertida observando las diferencias raciales y culturales. Ellos con clásicos jeans y remeras polo... Ellas evidenciaban una larga dedicación a su arreglo. Peinados complicadísimos, uñas largas, muy largas, pintadas de rojo sangre, aros, collares, más collare, anillos, ropa muy decorada y de colores fuertes. A cada rato sacaban un espejito de la cartera y se retocaban el maquillaje... El resultado final y total me pareció horrible!!! Pobres, tanta dedicación para tan magros resultados... Una pareja de “hipanos” llamó mi atención. El lucía bermudas anchos, zapatillas negras aparatosas, musculosa super cavada (es como si no llevara nada cubriendo el torso) varias cadenas doradas con diferentes colgantes y la infaltable gorra, junto con el aparatazo de música sobre el hombro. Ella con jeans, remera cortita, cara de susto y pelo enrulado y teñido. Con ellos iban una niña de año y medio y un bebito de pocos meses. Al cruzarnos él le dijo a la hijita “no molestes! Que papá está cansado!” y le dio dos bofetadas... Me chocó mucho la violencia y la vulgaridad del él; y la debilidad de ella...

Mientras yo analizaba todo esto, el avión no despegaba.. El capitán nos dijo que teníamos unos 10 minutos de retraso. Los diez minutos duraron 3 horas. Y después decidieron cambiarnos de avión. Para esto, no habían servido el desayuno y Alfonso estaba famélico. Embarcamos en la otra aeronave y nos dieron de comer. Yo tomé mi segundo desayuno y mi marido alivianó su malestar: omelette, fruta, jugo, café, mediaslunas...

Llegamos a San Juan y pudimos ver la ciudad desde el aire pero bien nítida. Como nos habíamos atrasado 3 horas habíamos perdido el vuelo que nos llevaría a St. Thomas. Así que empezamos a deambular por los pasillos amplios y pulcros de la terminal de American Airline buscando otro vuelo. Después de mucho preguntar mis compañeros de viaje decidieron alquilar un avión para ir directamente a Virgin Gorda. De no hacerlo perdían un día de trabajo y estaban muy cortos de tiempo. Salimos de la zona limpia del aeropuerto y entramos en un ala que parecía la estación de ómnibus de “Retiro”: lleno de chiquitos que corrían inquietos, gente que hablaba fuerte y en castellano, había papeles y restos de comida rápida (hamburguesas, papas fritas, vasos de coca...) depositados en el piso “junto al tacho de basura!!!! Pero no adentro!!!!” Finalmente nos consiguieron un avión que saldría en 15 minutos... Otra vez los tiempos se estiraron y los 15 minutos fueron hora y media....

Finalmente vimos nuestro avioncito... Pero antes de abordarlo fueron a probar cómo andaba pues venía de un service. Nosotros estábamos un poco preocupados: cómo era es de cobrarnos una fortuna (nos vieron la cara de extrajeros apurados...) por un avión que a lo mejor no funcionaba?? Después de dar unas vueltitas por arriba de San Juan el avioncito aterrizó y nos subimos. Era chiquito, cabían 6 pasajeros. Nos ajustamos los cinturones y empezamos a carretear por la pista. En ese momento me entró el miedo. La pista iba quedando atrás.. nosotros subíamos y subíamos... yo me sentía en la montaña rusa!! Y siempre odié las montañas rusas!!! Además acá no había rieles!! El vértigo me estaba jugando una mala pasada... Lo abracé a Alfonso y le dije “decíme que todo está OK, porque tengo mucho miedo” Estoy segura de que él (quien detesta volar en avión) estaba igual de asustado que yo, pero me consoló diciendo “Reina, de verdad que hasta ahora todo va bien” Y no me soltaba. Poco a poco me fui sintiendo más segura, sobre todo mirándolo a Alfredo que se pasaba de ventana a ventana filmando todo lo que se veía... efinitivamente él no tenía nada de miedo. Como no volábamos tan alto, pudimos ver bien la ciudad con sus edificios modernos y su parte antigua. Atrás quedó Puerto Rico y aparecieron una a una, las Islas Vírgenes. La vista era espectacular. Y entendí que tanta gente viniera acá a navegar con veleros. Desde el aire se veía la estela que dejaba un gomón, las velas de un velero y un crucero enorme que ponía proa al mar. El agua era azúl, azúl, azúl... Sólo de verla brotaban en mi las ganas de tirarme de cabeza y anticipar la sensación del cuerpo entrando en el agua y el cambio de temperatura progresiva, desde las manos a los pies... y el agua fría pasando por entre los mechones de pelo hasta masajear la cabeza.... Mmmm “qué rico” (como dirían los chilenos...) Pero estábamos en el aire y no en el agua...

Ibamos pasando las islas como cuentas de un collar...St. Thomas, Culebra, Culebrita, St. John, Tortola y por fin…Virgin Gorda. Le pedimos al piloto que diera un vuelta a la isla para poder ver Biras Creek desde el aire (foto). Bungalows, casitas, veleros, bahías, rocas... las cosas desfilaban por debajo de nosotros... Qué lindo lugar!!! Qué lindísimo lugar!!! Realmente las fotos no mienten acerca del Caribe... Al pasar cerca de las montañas, el avioncito se sacudió un poco y volví a sentirme muy frágil a cientos de metros de altura. Finalmente aterrizamos en una pista chiquita y de arena. El aterrizaje fue perfecto, suave y sencillo.. sin la potencia de los aviones grandes... con la suavidad de un artesano. Saludamos al piloto y nos dirigimos a las oficinas del aeropuerto, donde había solo una persona atendiendo: una enorme negra que rellenó los formularios correspondientes, nos selló los pasaportes y revisó nuestras valijas. El equipaje de Alfredo era simple y compacto (se notaba que tenía muchos años de viajar por todo el mundo); En el de Pablo encotraron un paquete de Yerba, pero al explicar que se trataba de un té la negra no preguntó más... mi bolso era un desastre! Mucha ropa... inútil colección de prendas que nunca serían utilizadas... Nos trasladaron en una camioneta hasta el puerto y ahì nos subimos a una lancha que nos llevaría al hotel. En la lancha viajaban también los miembros de una banda que tocaría esa noche en el hotel.

Al llegar al muelle (foto) salieron a recibirnos dos hombres blancos: el gerente del hotel (Jaime) y un joven inglés muy flaco. Cruzamos cuatro palabras y nos llevaron en golf carts a nuestro bungalow. En el hotel quedaban dos cuartos libres: una suite y un bungalow. En la suite habían puesto la computadora para que pudieran trabajar.. pero tenía una sola cama... el bungalow no tenía living grande ni pc, y constaba de dos camas! Así que los mandamos a Pablo y Alfredo a que se arreglaran como pudieran y nosotros pedimos que nos unieran las camas... Desde ese momento empezamos a tomarles el pelo a los pobres hombres....

Hasta acá llegué hoy... continuarán mis vacaciones imaginarias mañana... no desesperen lectores... mañana nadaré en el mar, navegaré en el Caribe y ......

Dolores

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