Política Con Ojos de Adolescente

Buenos Aires, 1982 - 1983

En este artículo no voy a evaluar los hechos como los veo hoy, sino simplemente describir cómo los viví cuando yo tenía 13 años y estaba por cumplir 14.

Corría el año 1982 y yo estaba empezando segundo año cuando un buen día nos desayunamos con la noticia de que el Ejército Argentino había tomado las Islas Malvinas. Eso significaba que estábamos en guerra con Gran Bretaña.

A partir de ese día, cada mañana al llegar al colegio comentábamos, generalmente a los gritos, los Comunicados del Estado Mayor Conjunto... nos inundaba una euforia antibritánica exagerada, al punto de burlarnos de cómo se iban a morir de frío los “gurkhas” cuando llegaran a Las Malvinas con sus cimitarras... (los imaginábamos salidos de un libro de Emilio Salgari) Cada mañana también empezábamos el día cantando la marcha a las Malvinas: “Tras su manto de neblina, no las hemos de olvidar, Las Malvinas argentinas, brama el viento y ruge el mar, ni de aquellos horizontes nuestro emblema han de arrancar, pues su blanco está en los montes y en su azul se tiñe el mar. Por ausente y por vencido, bajo extraño pabellón, ningún suelo más querido de la Patria en la extensión, quién nos habla aquí de olvido, de renuncia o de perdón, ningún suelo más querido de la Patria en la extensión....”

Una mañana nos enteramos del hundimiento del barco General Belgrano. Ahora nos tocaba a nosotras llorar por nuestros muertos, después de habernos gozado con las bajas enemigas. El capitán del barco era el hermano de la rectora de nuestro colegio. Pusieron el disco con la marcha y Lila, así se llamaba, firme como un soldado, con la cabeza baja pero la espalda derecha, presidía el acto de izar la bandera, cantar la marcha y rezar el ofrecimiento de obras. De pie. Sin llorar. Muy seria.

Nosotras no éramos seres inmunes a la euforia que se vivía en la sociedad argentina sino solo un reflejo de ella... En los recreos nos juntábamos en el patio, al reparo del viento, y disfrutando del solcito invernal, hacíamos rosarios y tejíamos sweaters para los soldados. Discutíamos si llegarían a destino o no, si les escribiríamos a nuestros heroicos soldados o no, relatábamos anécdotas oídas en nuestras casas sobre las distintas batallas.... Nos peleábamos entre nosotras porque se decía que Susana Jiménez se había quedado con los donativos recibidos (más chocolates, sweaters y rosarios de los que podrían consumir el ejército entero...) Por supuesto que no dejábamos de argumentar y repudiar el hecho de que los EEUU se hubieran unido a los británicos en vez de apoyarnos a nosotros “sus hermanos americanos”. Qué manera de debatir enfervorizadas sobre las lealtades traicionadas...

En eso se anunció la visita del Papa Juan Pablo II a Buenos Aires, por pocos días, en su paso a Chile. Venía a consolar a sus hijos tristes por la guerra... (seguramente venía a algo más, pero a nosotras nos gustaba pensar eso...) Corrimos por toda la ciudad siguiéndolo por todas partes, cruzándonos con otros grupitos de chicas y chicos, casi todos conocidos a través del colegio... Durante tres días casi no comí ni dormí, correteando por el centro con mis amigas... Llegué a casa de vuelta en un estado miserable... A raíz de un malentendido tonto sobre una serenata al Papa, me enojé con las chicas del centro de la obra al que iba habitualmente y resolví cambiarme a otro donde iban mis compañeras de colegio. Ahí aterricé y me hice muy amiga de Ángeles. Me acuerdo como si fuera hoy, estar sentada en la baranda de la terracita del garage de Los Arrayanes diciéndole (entre muchas cosas de mi vida espiritual) que me habían invitado a una fiesta, la primera fiesta-baile con chicos, pero que no quería ir. Me preguntó por qué y le argumenté que si yo iba a ser numeraria cuando tuviera la edad qué sentido tenía ir a una fiesta con chicos. Insistió en que fuera y ahí partí.

A partir de la rendición frente a los ingleses empezaron a regresar al país muchísimos “artistas” “exiliados”... era el fin del gobierno militar... y se puso de moda el “rock nacional”... esa era la música que escuchábamos... ahora rebobino la historia y me lleno de admiración por la paciencia de nuestros padres... porque muchos de esos cantantes, las letras de sus canciones, hacían referencia a la guerrilla, la represión militar, la desaparición de personas, el amor libre, la violencia y las bombas... y nosotras bailábamos al son de “Bronca” con el puño en alto sin darnos cuenta de la historia de dolor y miedo que había detrás... “Mirta” “Revolución” “el Falcon verde”... Piero, Pedro y Pablo, Charly, los Twist, León Gieco, Sandra Mihanovich..... La verdad es que muchas de sus letras me molestaban mucho, pero me cuidaba muy bien de manifestarlo. Observaba atónita el cambio que se estaba dando en mis compañeras de colegio y en la gente de mi edad que me rodeaba. Y llegó el día de la fiesta famosa... Por supuesto que no iba a ir con minifalda... mis padres me matarían y a mí ni se me ocurría mentirles en ese punto... estaba medio de acuerdo con mis padres y al mismo tiempo me moría de ganas de sentirme “normal” y de pertenecer al grupo de las chicas cancheras... pero al mismo tiempo me parecía mal ver a mi prima del alma y a otras amigas del colegio arremangarse la pollera en el ascensor después de que sus padres nos dejaran en la puerta del departamento. Yo quería verme linda y sentir que me miraban con admiración, pero no me gustaban los medios que ponían algunas de mis amigas. Entramos a la casa de Toy y ya sonaba la música, algunas parejas bailaban... estaban los chicos “cancheros” de los colegios “bien” de varones, moviéndose en grupitos a la búsqueda de chicas para bailar... estaban los chicos menos “cancheros” que se movían con más normalidad, no en masa, y que también buscaban compañera de baile... y yo parada contra una pared conversaba con alguna de mis amigas.. En eso se acercaron tres chicos... las camisas fuera del pantalón, los botones abiertos, el pelo larguito, y uno (evidentemente el líder del trío y que no me llegaba ni al hombro) me dijo “querés bailar? Esperá que busco una escalera y vuelvo... jajajaja” Qué idiota, fue lo primero que pensé... y me sentí muuuy humillada... En eso apareció Fernando, un sujeto muy alto y me invitó a bailar... Salimos los dos.. yo sabía que lo había mandado la dueña de casa (divina) y la verdad es que le agradecí a Fernando el gesto... al rato lo liberé de su encargo y me fui a otra parte... Al día de hoy me acuerdo de él... qué habrá sido de su vida? Se comportó como un caballero, como un hombre normal... de... 15 años??

En eso estaba... Me estaba abriendo al mundo y dejando atrás el rincón protegido de mi infancia... y lo que empezaba a ver no me atraía demasiado. Mi prima, mejor amiga y compañera de aventuras se cambió de colegio y empezamos a vernos cada vez menos... Y un buen día, no recuerdo cuándo ni cómo, se anunció que se harían elecciones para Presidente y se abriría el Congreso. Había euforia por la calle.... Marchas todos los días... Actos de los distintos partidos... Era el año 83 y los bombos sonaban por doquier... Las masas de lanzaban a la calle a gritar... a pegar afiches... a romper lo que se les pusiera delante... qué mugre había por todos lados!... pintadas de cal en las paredes... chorreaduras por las veredas... donde hoy pegaban un afiche, antes de que se secara el engrudo había otro encima tapándolo... La cara de Italo Argentino Luder, con sus labios gordos, invadía la ciudad.. y junto a él Herminio Iglesias... quien en un acto, que todos vimos por televisión, quemó un cajón y una bandera argentina... con su horrible cicatriz parecía un criminal, más que un gobernador (me acuerdo de la canción que aturdía San Isidro por los parlantes de los autos que hacían propaganda “Herminio Iglesias, justicialista y trabajador, a votarlo el mundo entero.....”) También se postulaba Raúl Alfonsín y junto a él había muchísima gente que ya entonces empezaba a hacer reclamos a los militares que se estaban retirando del gobierno. Y Alvaro Alzogaray. Me acuerdo que en ese entonces Adelina de Viola me llenaba de admiración... muy cercana a Alzogaray y su hija Maria Julia, hablaba llena de pasión de reconstruir el país, de crecer desde la libertad, de seguir para adelante... sus discursos y propuestas me gustaban... (años más tarde, uno y medio para ser exacta, me afiliaría a la Unión de Centro Democrático, invitada por mi compañera de colegio Alejandra...)

¡Cómo discutíamos en los recreos!!! Durante las clases las profesoras aprovechaban la situación para enseñarnos el origen histórico de los diferentes partidos y el funcionamiento del sistema democrático. Pero lo divertido era debatir en los recreos... Fernanda defendía, hasta ponerse colorada de fervor, a los radicales... y se le llenaban los ojos de lágrimas y de ira al hablar de los militares y sus métodos de interrogación y desaparición de personas (su padre había estado detenido varios meses y eso la marcó de por vida)... Casi nadie se animaba a enarbolar la bandera peronista... y sí muchas simpatizábamos con los liberales, y nos desgañitábamos diciendo que tenían alguna oportunidad de ganar las elecciones.

Pero las ganó Raúl Alfonsín. Y con él empezaron a darse muchos cambios... el primero que me afectó directamente fue que el Congreso iba a revisar los pliegos de todos los jueces nombrados durante la dictadura militar para evaluar si le daban el acuerdo o no. Si bien muchos de los jueces, incluido mi padre, habían sido nombrados durante un gobierno constitucional, fueron sometidos al mismo escrutinio. En el fondo fue una excusa para hacer una purga dentro del Poder Judicial y remover a los jueces que no le interesaba al nuevo gobierno de centro-izquierda. Fueron meses de muchísima tensión en casa. Estaba por verse si mi padre se quedaba sin trabajo, sin carrera y sin ingresos... el pobre estaba muy nervioso... al punto que le dio una parálisis parcial en la cara (pobre papá se veía tan raro con la cara torcida...) Y empezaron a llegar las confirmaciones y los rechazos de los pliegos. A muchos jueces impugnados se les decía que no les daban el acuerdo por pertenecer al Opus Dei, o por sus simpatías políticas o por ser católicos... A la madre de Majo (una compañera de colegio) la removieron de la cámara en la que trabajaba “por pertenecer al Opus Dei”.. a un amigo de mi padre, que no era de la obra, le dijeron lo mismo...

En eso, llegó al país de visita “sorpresa” Isabelita. Se decía que había venido para decirle a Alfonsín “si no dejás de perseguir a la Iglesia Católica te tiro a los sindicalistas encima..” No sé si será cierto o no... pero de hecho se notaba menos presión en la prensa y desde el gobierno contra la Iglesia...

A papá le dieron el acuerdo y todos respiramos aliviados.

Sin embargo los grupos más de izquierda cercanos a Alfonsín estaban causando estragos en ciertos ámbitos de la vida porteña. La Universidad de Buenos Aires se convirtió en un centro de reclutamiento político, de asamblea continuada, de protesta, de adoctrinamiento, de gritos, de suciedad. Instalaron el CBC como un curso de ingreso a la Universidad, donde las materias a cursar eran de un marxismo concentrado. En el colegio empezaron a prepararnos para hacerle frente y durante los dos últimos años del colegio secundario nos dedicamos a profundizar en Marx y Gramsci como no se había visto antes en la historia del colegio. El capellán, ilustre doctor en Derecho Canónico y en Derecho Civil, nos daba clases sobre el materialismo dialéctico. En “Doctrina Católica”, una de las materias que teníamos, exprimimos el libro Ideologías y Fe Cristiana que usábamos para estudiar. Leímos documentos de la Iglesia, textos de Marx, apuntes-panfletos de distribución en el CBC de la UBA, etc., etc., etc.... Y en los centros de la Obra se organizaron muchos cursos de preparación para el ingreso al CBC a los que acudían muchísimas personas...

Era mucha la gente que estaba asustada... y yo no era la excepción... de golpe las calles estaban plagadas de gente descontrolada... se sentía violencia, rabia, espíritu de revancha... los medios hablaban del “destape” moral como consecuencia de años de represión... la prensa fomentaba el cuestionamiento, la crítica, la disputa, la confrontación... se sentía como el efecto del resorte contenido a presión que de golpe se libera y sale violentamente despedido...

Y todo esto coincidía con mis primeros pasos hacia la independencia adulta... los viajes en colectivo para ir de casa de mis amigas al colegio, y de ahí a casa... los abusos de adultos inescrupulosos a las jovencitas que éramos circulando por la calle... y con todo eso los inicios de una carrera inflacionaria que impregnaba nuestros días de incertidumbre (y que terminaría costándole a Alfonsín la presidencia)... Salíamos a la mañana con la plata para el colectivo y no sabíamos cuánto iba a costar a la tarde... los precios cambiaban todos los días... organizábamos un evento (cualquiera, ir al cine, alquilar un video, irnos de convivencia) y nunca se podía predecir cuánto iba a costar... Y así un día y otro... de a poco se te iba metiendo debajo de la piel la sensación de que el mundo era un caos, impredecible, sucio y agresivo... Tenía la impresión de que el mundo era como todas nosotras, adolescentes en cambio... cuestionando todo en la búsqueda de certezas para afianzarnos en ellas... reclamando cambios, por los cambios mismos... anhelando una independencia y autonomía aunque no estuviéramos en condiciones de hacernos cargo de ellas... y la sociedad a nuestro alrededor estaba igual... Circulaban las mentiras, los “pases de factura”, el resentimiento... las hijas mentían a sus padres para evadir el yugo de su autoridad.. mis compañeras se trepaban a los techos para escaparse del colegio e irse al cine o de compras por al Avenida Santa Fe.. mi prima del alma se puso de novia y le resultaba mucho más interesante andar a los besuqueos con el novio que conversar conmigo en el colectivo... los adultos a cargo de nuestra educación parecían asustados... muchos de ellos adoptaban posturas tajantes y los resultados eran catastróficos... (un día la llamé a mamá para que me fuera a buscar a casa de mis tíos porque no me gustaba presenciar la pelea de mi prima con su padre... yo lloraba y mi tía me consolaba...) Se respiraba tensión, duda, miedo....

Este clima se prolongó muchos años más, pero de a poco me fui acostumbrando. Desde la seguridad que me daba vivir en el mundo contenido de los centros de la obra y de la casa paterna, contemplé los cambios que se iban dando y seguí el devenir político y social de nuestro país... Creí, en tiempos del primer gobierno de Menem (yo ya estaba en la Facultad y no vivía más con mis padres), que finalmente estábamos madurando como sociedad democrática y responsable. Y me alegré de haber dejado atrás esos días de cambios convulsivos que tanto habían influido durante mi adolescencia.

Dolores

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