Viaje Sorpresa a Tenerife

Santa Cruz de Tenerife, agosto de 1985

Parece increíble, pero hace veinte años no existía el e-mail. Tampoco existía Internet y las computadoras eran unas máquinas con unos disquetes enormes que servían solamente para guardar textos y bases de datos. Me acuerdo porque yo estaba en Sudáfrica cuando compramos la primera computadora para la sede, una Kaypro que usaba dBase II y Word Perfect, si mal no recuerdo. La impresora era una “dotmatrix” y nos pareció el lujo más absoluto cuando conseguimos una “daisy wheel” que podía usar distintos tipos de letras.

Claro que la falta de e-mail, y las prohibitivamente caras comunicaciones telefónicas, mantenían viva la correspondencia por carta, que durante siglos comunicó a los que viven lejos uno del otro, y que finalmente fue barrida por el e-mail o el chat. Pero en 1985, yo todavía dependía de las cartas para mantenerme en contacto con mi familia y conocidos. A esa altura, mis padres y hermana estaban en Tenerife, una de las siete Islas Canarias, y vivían en la capital de esa isla, la ciudad de Santa Cruz de Tenerife.

Yo ignoraba en ese entonces (como creo que lo ignoraban mis padres también) que la misión de ellos en las islas era servir de reconocimiento para el futuro “Gran Éxodo” de las TFPs del mundo a Tenerife (ver nota anterior sobre el tema). Lo que no ignoraba era que llevaban una vida bastante aburrida, haciendo algunos contactos de una larga lista de nombres y direcciones que les habían dado en Madrid, y encontrando alguna amabilidad pero poco interés en el mensaje contra-revolucionario que debían promover. Como bien lo resumió un inglés que papá visitó en esos tiempos, “your problem must be the apathy of the people...” ¡Tal cual!

Se me ocurrió entonces que para romper un poco el aburrimiento y las rutinas diarias, nada mejor que hacerme un viaje y caer de sorpresa justo el día del cumpleaños de mamá, que es el 22 de Agosto. Lo que tal vez parezca fácil de hacer ahora, no lo era entonces. Para empezar, yo ciertamente no tenía en Sudáfrica plata para comprarme un pasaje, y para seguir, cualquier plan sería obstaculizado por las demoras en comunicarnos, ya que una carta tardaba por lo menos diez días en cada sentido.

Pero esos obstáculos no me amedrentaron, y con muchos meses de anticipación le escribí a Tío Cosmín para contarle del plan y pedirle ayuda para comprar el pasaje. Generoso como siempre, me mandó la plata que me faltaba. Con eso resuelto, tuve que ingeniármelas para escribirle a Estela sin que se enterasen mis padres, ya que su complicidad era fundamental para asegurarme el éxito de la empresa. Le escribí una carta con indicaciones que sólo podía ser abierta por ella, y hasta le daba en la carta una excusa que podía usar para explicar porque el secreto, despistando la curiosidad de mamá (¡que no es poca!) y manteniendo el sigilo.

Cartas fueron y vinieron, (en una de ellas Estela me mando la llave del departamento) y el plan fue tomando forma. Finalmente, el 21 de Agosto me subí a un avión de Iberia en Johannesburgo, que me llevó a Madrid primero y de ahí en otro vuelo bajé hasta el Aeropuerto Internacional Reina Sofía, en la Isla de Tenerife. Llegué a la tarde, a eso de las cuatro, y me subí a un taxi para que me lleve al departamento de papá y mamá. Lo que iba viendo por la ventana del taxi no me llevó a encariñarme con Tenerife. Un paisaje volcánico y desértico, sumado al calor del verano, me aseguraron hostilidad permanente hacia el clima del lugar.

Finalmente en el departamento, decidí no usar mi llave, ya que no quería asustar a nadie, y toqué el timbre. Estela que ya sabía de mi llegada abrió la puerta. Sentado en un sillón del living estaba papá leyendo un libro, y me miró sin decir palabra y pude ver una expresión de preocupación como de alguien que se imagina que algo está mal. Habrá pensado “¿qué habrá pasado?” En su dormitorio, mamá estaba en ese momento hablando por teléfono con Tía Josefina, y no pudo contener sus gritos de sorpresa al verme. Claro que el llamado telefónico a Argentina no duró mucho más, y pronto estábamos todos sentados digiriendo la noticia de mi llegada.

Estela trajo nuestras cartas, y les contamos como preparamos el viaje, y todos los detalles. Lo que los dejó asombrados a papá y mamá fue como Estela pudo guardar el secreto durante tanto tiempo. No lo podían creer. Yo traía en mi valija un colmillo de elefante de regalo (un colmillito...) que al día de hoy está en alguna biblioteca de la casa de mis padres. En fin, nos quedamos hasta altas horas de la noche charlando, copetín de por medio, todos muy contentos de re-encontrarnos después de tanto tiempo.

Pasé un par de semanas en Tenerife, y la verdad que no tardé mucho en visitar toda la isla. Un día nos dimos una vuelta en auto con Estela (papá tenía un Fiat 125) y la vuelta no duró más de seis horas. Otra noche hicimos una tentativa de subida al Teide, pero con mala información y pocos pertrechos, la expedición fue un fracaso. Visitamos La Laguna, La Orotava, Los Cristianos y los pocos lugares que hay para ver en Tenerife.

Me causaron mucha gracia las varias contradicciones que encontré durante mi visita. Me acuerde de haber ido a un mercado de frutas y de ver un cartel que leía “Por razones de higiene no toque la fruta”, que estaba cubierta de moscas. En la punta del Teide, un volcán de 2,700 metros, en medio de las piedras y fumarolas malolientes hay otro cartel que dice “No arrancar plantas”, cuando la verdad que la planta más cercana que se ve está en la costa del mar a kilómetros de distancia. Me enteré también que por aquel entonces el presidente del Partido Comunista Español se apellidaba Iglesias, y que el editor del diario de derecha “El Alcázar” era un Sr. Izquierdo.

Más allá de darme el gusto de estar con mis padres, cosas como estas y algunas visitas que hicimos me mantuvieron entretenido. De todas maneras, el viaje me sirvió para comprobar mi teoría que realmente Tenerife era un exilio desagradable, después de la vida en Estados Unidos, y al poco tiempo me puse en campaña para conseguir que mis padres se vinieran a Sudáfrica, un país que con todos sus problemas me parecía más interesante que Tenerife.

Alfonso

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