Mis Vecinos

Puerto Trinidad, Octubre 2000

Hoy tuve un día soñado... y lo quiero dejar escrito. Alfonso tiene una reunión en el centro y va a llegar un poco más tarde. Y los chicos están durmiendo como angelitos.

¡Este lugar es espectacular! Y único. Anoche me levanté a tomar agua en medio de la noche, y como todavía no tenemos cortinas en la cocina nunca prendo la luz. Mientras me servía el vaso miraba por la ventana, ¡cuando apareció por la calle de tierra una libre enorme! Si, una liebre gorda, suave, de orejas largas, y andar pausado. Se la veía muy tranquila, como quien es dueña y señora del lugar... se paró enfrente a mi ventana y levantó las patas de adelante y se limpió los bigotes. Después estiró una mano y agarró una ramita y empezó a comer. Ahí me dio el ataque... ¡ESA era la causa de la muerte de mi arbustito...! Yo había plantado unos laurentinos chiquitos que traje de casa de papá y mamá, hijos de uno grande que ellos tienen en su jardín. El laurentino es un arbusto de hojas verde oscuro, brillante y que en invierno tienen unas florcitas blancas chiquitas muy lindas. Llaman mucho la atención porque en el invierno casi no hay flores... Y la planta crece mucho, y se transforma en un arbusto bien tupido.

Esa es “la general de la ley”. Pero los míos murieron siendo jóvenes. Y yo no sabía por qué. Hasta anoche... que la vi a la asesina... Esa liebre divina, que parecía salida de un cuento de Beatriz Potter.. Había mordisqueado los tallos de mis plantitas hasta que se murieron... Esa era la verdad... y ahí mismo quise revivir mi adolescencia cuando salíamos rifle en mano a cazar liebres por el campo, con mis primos.

Yo seguía con mi vaso de agua en la mano, recordando como las buscábamos con la camioneta, como al encontrarlas corriendo por el campo, las encandilábamos y apuntábamos con el rifle... ¡BANG! Caía la liebre... (dependiendo de quién estuviera con el rifle en la mano, claro está...) En ese momento, en mi cocina nueva y linda de Puerto Trinidad... yo quería el rifle otra vez... Levanté el brazo, como sosteniéndolo, y .. ¡bang! Pero este bang fue suavecito porque dormían mi marido e hijos... ¡y la liebre siguió caminando como si nada hubiera pasado en el universo! Desafiante, y presumida... Ignorante de mis pensamientos asesinos, en la oscura mancha de la casa nueva.

¡Hoy el día estuvo espectacular! Corría un suave vientito de primavera, fresco y que suavizaba la picazón del sol que ya se está poniendo fuerte. Salimos con los chicos a pasear por los alrededores. Caminamos (bueno, caminaba yo empujando el cochecito donde el bebe descansaba cómodamente) por las calles que circundan la laguna. Caía la tarde. Y al volver para nuestra casa, descubrí un nuevo vecino... un enorme búho marrón. Volaba en perfecta línea recta paralela al piso, como a un metro de distancia del suelo. Recorría la manzana enfrente a la nuestra, donde los pastos están largos porque no hay ninguna casa todavía. ¡Y en eso, paró en seco y cayó al suelo de cabeza! Salió un instante después con algún bicho colgando del pico. Me imagino que sería algún ratoncito o algo así... El sol teñía de dorado los pastizales, el búho se llevaba su cena y yo cerré los ojos mirando al sol, disfrutando del viento y sonriendo de satisfacción. ¡Qué lindo es este lugar!

Me está gustando mucho estar acá... y yo que no quería venir... que no quería dejar mi ruidosa y contaminada ciudad...

Escribo todo esto así puedo seguir recordando las cosas lindas que vi hoy. Me gustaría que se graben en mi memoria para cuando este paraíso cambie, y se llene de casas, y ya no haya liebres circulando por mi calle, ni búhos cazando en la vereda de enfrente, ni silencio, ni brisa primaveral...

Dolores

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