Un Año Perdido
Después de cuatro años trabajando en Armstrong Growers, era evidente que mi carrera dentro de la compañía estaba estancada, no solo de un punto de vista jerárquico (lo que me importaba poco) sino especialmente de un punto de vista financiero (lo que me importaba mucho). Me llevaba bárbaro con la gente, mi jefe James, y cultivé amistades personales con muchos, particularmente con Tracy Densmore, Gerente de Ventas de la compañía y que vivía a pocos minutos de casa en Yucapia, CA. Pero, lamentablemente, nada de eso se traducía en un aumento de sueldo que me permitiese pasar de la banda de subsistencia en la que nos encontrábamos. Había llegado a lo que parecía un tope de 57 mil dólares al año, y cada aumento anual en la zona de los 3 mil dólares a duras penas alcanzaban para cubrir los gastos que seguian aumentando. El problema no era solo que la industria de la horticultura no era de las que mejor pagaban, sino que mi jefe, James Russell, no parecía darle a la plata el valor que tenía,