Duke Lee: Un final misterioso

La periferia de la TFP estaba compuesta por amigos y simpatizantes, o como se los conoció más tarde, “corresponsales y esclarecedores” que compartian los ideales del grupo pero que por “razones de estado” (familia, trabajo, etc.), no podían o querían dedicar su tiempo completo. En sudáfrica, uno de estos amigos era un tal Duke Lee, un rhodesiano de origen presumiblemente inglés, tío de Lee Mattiuzzo, un jóven que durante años tratamos de captar pero que nunca se terminó enganchando con nosotros.

Duke era un tipo unos años mayor que yo (pero no muchos), de mediana o baja estatura, con varios kilos de más por aquel entonces y un temperamento nervioso y carcajada fácil. El poco pelo que le quedaba tendía a ser enrulado, usaba anteojos, y no salía de su casa sin portar un enorme Webley .455, ese revólver inglés de fines del siglo XIX que usa Lawrence de Arabia como fue inmortalizado por Peter O’Toole.

Había venido a Sudáfrica después de la desaparición de Rhodesia y el surgimiento de Zimbabwe. De sus labios aprendí que la gente iba a Rhodesia a visitar las ruinas de Zimbabwe y ahora van a Zimbabwe a visitar las ruinas de Rhodesia… Casado con Grace, rhodesiana hija de holandeses, era padre de Bridget, Lawrence, Bernardette, Catherine (de quien soy padrino) y otro bebe que no recuerdo el nombre, ahijado, si no me equivoco, de José Antonio Ureta.

Duke vivia en Alberton, un suburbio mas bien pobre de Johannesburg, y trabajaba como comprador en una de las empresas estatales de energía. Cuando podía nos venía a visitar a la sede, y lejos de su casa chiquita y un tanto desordenada se sentaba a fumar y conversar de los grandes panoramas y de las luchas transeféricas entre ángeles y demonios, pero, lo que más le interesaba, era hablar de la Bagarre que se nos venía encima y de lo que el (y por que no, nosotros) considerábamos un gran ajuste de cuentas cuando los malos serían ubicados en su lugar, a balazos si fuera necesario.

No tardé en enterarme que no solo era fanático de las armas sino que además de encantaban los juegos de estrategia (recordemos que en aquel entonces se jugaban en un tablero con fichitas de cartón y no en una computadora como ahora!) por lo que rápidamente me terminó invitando a su casa un domingo para jugar alguno de sus múltiples juegos de mesa.

De mi parte, tenía la “excusa” (si la hubiera llegado a necesitar) que yo estaba haciendo “apostolado” con este amigo, y la verdad era que juego o no juego, siempre terminábamos hablando de temas “contra-revolucionarios”. Nada como una sesión maratónica de “War and Peace”, un juego sobre las guerras napoleónicas que podía fácilmente tomar 8 horas seguidas para hablar sobre la Revolución Francesa, la Santa Alianza, Metternich, Bailén y tanto más! Entre turno y turno, mientras el otro acomodaba sus tropas y tiraba los dados, porqué no amenizar la espera con cuentos de la Vendeé, la guerrila española o tantos temas interesantes.

La verdad que nos quedábamos jugando hasta altísimas horas de la noche, el fumando siempre como una chimenea y yo divertidísimo de tener un escape de lo más agradable de las rutinas ni siempre tan interesantes de la sede. Yo en esa época me manejaba mucho con una moto, una Honda CB400 que teníamos en la sede. Me acuerdo que volviendo de lo de Duke, a las 2 de la mañana, por ejemplo, una noche de invierno, me congelaba con cada ondulación de la ruta. Nunca me habia dado cuenta manejando un auto de los cambios de temperatura dependiendo la altura de la ruta! Y, peor aun, el horrible olor a cigarrillo que quedaba en la ropa! Gracias a Dios teniamos una mucama, negra y gorda en la sede que lavaba todo a la perfección!

En fin… mi amistad con Duke duró muchos años. Como dije más arriba, me nombró padrino de una de sus hijas, fuimos juntos a un campamento, salíamos frecuentemente a hacer tiro al blanco, y muchas otras actividades además de los ya mencionados juegos. La amistad sobrevivió inclusive mi alejamiento de la TFP, y continué frecuentando su casa y lo invité a la mía cuando ya vivía solo en Johannesburg. Hasta que un buen día, se acabó.

Porque se terminó es uno de los misterios de mi vida que no he conseguido resolver. Simplemente un fin de semana, en vez de recibirme en su casa como era habitual no lo pudo hacer. No tiene esto nada de raro y no me sorprendió. Pero el siguiente tampoco… ni el otro… Cuando lo llamaba a su oficina para conversar lo notaba distante. Al punto que cuando me fui de Sudáfrica por última vez, tenía un libro suyo que se lo terminé mandando por correo. Nunca me despedí personalmente del tipo con el que había compartido tantos fines de semana agradables y con quien competía por el dominio de Europa, sea en la era Napoleónica o en la del Tercer Reich.

Desde entonces he escarbado mi cerebro en búsqueda de alguna memoria, algún indicio que me de una pista de que puede haber pasado, y nunca la he encontrado. Lo más cerca que he llegado a un esbozo de teoría se centra en la última Navidad que pasé con ellos. A veces me preguntó si no fui demasiado generoso en mis regalos a los chicos, incluyendo mi ahijada, y si eso no habrá creado celos o malentendidos en él o su mujer? No me termina de convencer.

Ya viviendo en Argentina me enteré por otros que Duke y su familia se terminaron llendo a vivir a Holanda, donde tendrá hoy, supongo, algún trabajito burocrático y poco glorioso, lejos, muy lejos de los sueños de grandeza “bagarresca” y esplendores del Reino de María en el que creíamos ibamos a tener un papel preponderante… De mi parte, también lejos de esos delirios de grandeza de hace tantos años, siempre me acuerdo de Duke y su familia, y pienso muy seguido que será de la vida de esta ahijada mia que ya no conozco. Que Dios los ayude a todos!

Alfonso

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