Un Acontecimiento Increible! (parte 2)

La celda no era mucho más ancha que la cama en cuyo borde estaba sentado. Ciertamente no era más larga. Tenía paredes de madera prensadas que no llegaban al techo y una cortina marrón oscuro oficiando de puerta. En un día normal era inevitable oir los pasos de los eremitas entrando y saliendo de sus cuartos, y aquellos sonidos inconfundibles que gente obligada a vivir en silencio hace para comunicarse. No era difícil imaginarse a dos personas “hablando” con gestos. La verdad que alguien que nunca vivió en un éremo se sorprendería por la calidad y amplitud de estos diálogos silenciosos…

Pero, con esta carta que de forma misteriosa había llegado a mis manos esa mañana, la mañana de mi cumpleaños número 21, yo no oía más ruidos que el latido de mi corazón. Agarrando las hojas con las dos manos, y haciendo un esfuerzo para no saltearme ni una letra, volví a empezar desde el principio:

Querido Alfonso,
No vas a poder creer el contenido ni el firmante de esta carta… pero es verdad. Soy yo, o si preferís, sos vos el que escribe. ¿Viste que hace muchos años calculaste cuantos años tendrías en el 2000? Treinta y siete, ¿no? Bueno, sumale diez años más. Te escribo desde el 2010 y tengo (o tenés) 47 años. Necesito que leas esta carta.
Hoy cumplís 21 años, una edad que muchos (y vos inclusive) consideran la “mayoría de edad”. Ya se que hace tiempo te crees mayor a tus años y te entiendo. Sos el más grande entre tus hermanos. Te fuiste muy chico de casa, y pasaste tuda tu vida en un mundo de adultos, hablando te temas de adultos, siendo tratado como un adulto. Aunque no lo fueras.
Pero yo si lo soy, y te escribo con la perspectiva de los años. Tengo ahora 47 , y mi vida, nuestra vida, me ha llevado por caminos que hoy considerás improbables, sino impensables.
Y si… mi vida es muy diferente a como imaginás ahora tu vida a los 40.
Y no… lamento desilusionarte, pero no te escribo desde el Reino de María. Tampoco te escribo desde una trinchera o un “Gran Éremo” en medio de la Bagarre. Pero en otros ámbitos, he vivido y visto muchas cosas que quiero compartir con vos. Soy conciente que crees tener todas las respuestas y, aunque internamente no estés seguro de muchas cosas, mantendrás siempre una fachada de certezas mucho más fuertes de lo que realmente sentís en tu interior.

No pude sino parar un minuto para absorber este último párrafo. ¿Podría ser? Me volví a fijar la fecha en la última página: 2010 y conté con los dedos los seis años que faltaban para 1990, sumando otros veinte después. Eran 26 años! Más años que los que yo había vivido hasta ahora. Pensar en ese número me asustó. Me resultaba imposible reconciliar ese paso del tiempo con la expectativa diaria de una Bagarre inminente. “¡Bagarre! ¡Victoria!” gritábamos todas las nochas al terminar el día. Lo venía gritando hace ya muchos años… ¿Y en 26 años más no va a llegar todavía?
¿Y por cuál milagro me podría llegar a mi una carta del futuro?… Mi cerebro empezó a resistir esta idea ridícula, mientras mi corazón se serenaba y yo hacía un esfuerzo racional para controlar esta situación tan disparatada. ¿Me estaré volviendo loco? Parecía evidente que el que escribía me conocía muy bien. La verdad que nadie se metía con mi vida privada, o “mi vida espiritual”. Con la excepción de una que otra “palabrinha” con el Dr. Plinio, ni mis padres o familiares se metían en ese tema. Ese último comentario sobre mi “fachada de certezas”… era demasiado cercano a la realidad para estar en una carta escrita por otro que no sea yo mismo.

¿Será que esto es algo que me manda el Dr. Plinio? No… sacudí la cabeza rápidamente… La negativa de la inminencia de la Bagarre no era algo que yo hubiera oido nunca dentro del grupo. Noté que mis esfuerzos de racionalizar lo que me estaba pasando iban perdiendo la batalla contra mi miedo creciente, irracional, miedo de lo desconocido. Una corta ola de escalofríos sacudió mi nuca y cabeza, y mis ojos se encontraron leyendo una vez más.


Se lo que estarás sintiendo ahora al leer esta carta. Estás haciendo lo posible para buscar una explicación lógica, y no la encontrás. ¿Será un milagro? ¿O una carta mandada del infierno para tentarte? ¿Otra “Carta do Além”? ¡No! Nada que ver. Este soy yo. Sos vos. Ya sé que es confuso… pero ciertamente no estoy en el Infierno y sigo rezando para un día llegar al Cielo. Te escribo desde el futuro con ganas de ayudarte.
Mirá… te voy a decir lo que va a pasar hoy como muestra de que sé de lo que estoy hablando. Lo hago porque quiero que me tomes en serio.
Sé que hace años que venis pensando que hoy, a los 21 años, vas a tomar tu primer whisky. ¿No? ¡Típico tuyo! Decidir esas cosas… esas formalidades que ya a nadie le interesan, pero que te hacen sentir en control de tu vida, de tus cosas. (¿Viste que te conozco?) Lamento desilusionarte, pero ese plan no se va a realizar. Cuando terminen el desayuno, Sergio Ogushi te va a decir que hoy será tu “capítulo de faltas”. Preparate, amigo mio… Va a ser un poco largo… vas a estar un total de cuatro o cinco horas postrado en la capilla. De penitencia te van a dar una túnica verde y un cartel que dice “Leo mucho pero Amo poco”. El whisky quedará para más adelante.
Mirá, te hago un trato… si lo que te cuento que va a pasar no pasa, tirá esta carta a la basura y seguí con tu vida. Pero me gustaría mucho que consideres seriamente lo que te tengo que decir si lo que te anuncio se cumple. ¿Te parece razonable? 

La verdad que no había como discutir esto. Con una sonrisa empecé a pensar que este Alfonso no era tan distinto a mi mismo… Después de todo, me estaba ofreciendo algo muy específico. Volví a leer las previsiones venidas del futuro… bueno, no son previsiones si vienen del futuro, ¿no? ¿Un capítulo de 5 horas? ¡Pero eso iba a ser un récord! No me imaginé como lo iban a lograr… “¡si no me conocen tanto!” Mezclado con el nerviosismo que ya tenía con esta carta entre manos, pensar en lo que me esperaba en un par de horas no me ayudó en nada a tranquilizarme. “¿Leo mucho pero Amo poco? ¿Que tipo de estupidez quiere decir eso? Ya se que tengo fama de rata de biblioteca… ¿Pero eso es lo peor que me pueden achacar? ¿Van a tardar cinco horas en llegar a esa conclusión?” Pensé para mis adentros… “que poco me conocen…” En fin… Lo que tenía – literalmente entre manos – me pareció más importante y decidí seguir leyendo.


Lo que me gustaría decirte en este día tan simbólico, no solo por la edad que cumplís sinó por la forma en que lo estás haciendo, es que abras los ojos. O mejor dicho, que sigas con los ojos abiertos, pero aprendas a confiar más en esa voz interior que cada tanto te dice que tu vida, así en los términos que la estás viviendo ahora, es un disparate. No… no soy el demonio hablando. ¡Soy yo! Yo te conozco y te llevo algunos años de ventaja. Creeme lo que te estoy diciendo: estás en un callejón sin salida y cuanto antes tengas el coraje de cambiar el rumbo, mejor.
Vos y yo sabemos que en tu interior se está librando una guerra. No es una guerra constante, más bien una suceción de batallas que van y vienen con intensidad variable. Una mezcla de convicción, inercia y miedo a lo desconocido, te mantiene en el camino que has venido trazando desde la niñez.
Los primeros años que pasaste en el Éremo de Pilar, feliz de finalmente “haber llegado” fueron el ápice de tu carrera en el grupo. ¡Esa es la verdad y vos lo sabés! ¿Pero eso cuanto duró? ¿Tres años? ¿Máximo cuatro? Confesá que desde esa caravana al norte, con los fustazos arbitrarios de José Antonio cuando vos decidiste “nao puxar mais”… ese fue el final, ¿no? 

Cualquier duda que me quedaba sobre la identidad del remitente se evaporó con este último párrafo. “Y si… ¡tiene razón!” Esa caravana al norte argentino fue un verdadero “mata-flash”. Una mueca que podría ser una sonrisa marcó mi cara mientras pensaba en la ironía que esa fue la primer caravana realizada después de que el Éremo de Pilar hiciera sus primeros experimentos en “sanbentización”. Lo más gracioso (¿o era lo más triste?) era que al principio ¡yo me consideraba el más “radicalizado” y convencido de todos! Pero ya sabía ahora como ese fuego se quemó sin que nada quedara en mi interior sinó escepticismo con relación a estos “entusiasmos” superficiales. Y un cinismo que yo notaba crecía en mí, a veces contra mi voluntad, pero crecía años tras año.

“Nao puxar mais”… me acordé como si fuera ayer ese momento. Fue a los pocos días de aquella noche cuando recibí una sarta de fustazos por parte de José Antonio en el Hotel Belgrano de Jujuy… ¿o era Salta? simplemente porque él no podía pegarle a José Walter o a Pancorvo… Viendolo fumar a escondidas, quedándose dormido durante el día bajo los efectos de un calmante… en pocas semanas se derrumbó con José Antonio mi ideal de un grupo de cruzados, de héroes idealizados y perfectos. Y decidí convertirme en un pasajero en este barco. Sin remar más… sin empujar. Mas bien dejándose llevar por la corriente.

Pero no dejaste de “puxar”, ¿no? ¡No podías aunque quisieras! De hecho hiciste lo posible para no ver las flaquezas humanas. Quisiste mantener el fervor inicial, pero una vez roto el espejo no se arregló más. En tu búsqueda de ideales, tu mente juvenil se empezó a encontrar con limitaciones, ¡empezando por las tuyas! Y en un afán de no ver tus ilusiones rotas otra vez empezaste a construir una muralla alrededor de un corazón que latía pero que veías como un punto débil en tu organismo.
A medida que la muralla crecía en altura, eran cada vez más raros los destellos de ideal y de entusiasmo que pudieran mover tu alma. Hoy por hoy, muy de vez en cuando algo te llega al corazón y te sacude. Lo que empezó como una muralla se está transformando rápidamente en una tumba Alfonso. Y así te veo hoy, ahí en el Praesto Summ, celebrado un cumpleaños que no te traerá alegrías.
Dicen que las pirámides de Egipto fueron diseñadas de tal manera, que en cierto día del año, una estella o un rayo de sol se alineaba para que su luz entraba a la cámara funeraria donde yacían los faraones. ¿Querés que te diga como te veo ahora, en 1984? Has construido tu propia pirámide, y diseñaste un pasadizo que te permite ignorar al resto que te rodea. Usás ese pasadizo para focalizarte en el Dr. Plinio. El único por el que todavía guardás veneración y respeto. El único en el que no has encontrado defectos. Querés creer que mientras tengas esta relación con él, todo el resto es secundario. Estás dispuesto a vivir en la noche siempre y cuando te llegue su luz, de tanto en tanto.
Te digo de verdad que me entristece verte así. Un muerto en vida.
Tal vez creas que esta luz es suficientemente poderosa para resucitarte un día, y que las toneladas de piedra que has construido a tu alrededor desaparecerán como por arte de magia. Y que una vez más, un Alfonso idealista y sano mental y espiritualmente podrá levantarse como en sus mejores días. Resucitado.
Sobre esto te digo dos cosas, y necesito que me creas. No solo te llevo 26 años de ventaja, sino que he vivido realidades que vos todavía ni imaginás.
Primero, el alma y la psiquis humana no son un objeto que se limpia como si fueran cubiertos de plata, negros hoy y brillantes con un poco de Silvo y una franela mañana. Sabé desde ya que muchas, sino todas las marcas que existen hoy en tu personalidad te acompañarán por el resto de tu vida.
Segundo (y no se como decirte esto sino de forma clara y directa), en menos de 11 años el Dr. Plinio estará muerto y el grupo habrá implosionado en una lucha fratricida, mucho peor de lo que te podés imaginar ahora. La única Bagarre que va a venir le va a venir al grupo y a nadie más. 

Tuve que parar. Este último párrafo me dejó paralizado. Miré alrededor de mi celda y efectivamente me sentí en un sarcófago egipcio. Por un momento hasta me faltó el aire. Miré arriba, al techo iluminado por una de las ventanas que daba al patio. Me pareció oscuro. ¿Estaría por llover? Por primera vez presté atención a los ruidos de afuera… el motor de un colectivo subiendo la barranca, un par de cornetazos, y el ruido de algunos eremitas poniéndose las cadenas del hábito y colgando de ellas los grandes rosarios.

“¿El Dr. Plinio estará muerto?” No podía dejar de pensar en eso. En un instante estaba en el living de mi casa, a la hora del almuerzo. Tenía once años y papá llegó con la noticia que el Dr. Plinio estaba muy grave, después de haber sufrido un accidente automovilístico. Nos arrodillamos todos frente a una imagen de yeso de Nuestra Señora de las Victorias y rezamos para que no se muera. ¡Y no se murió! No se murió porque tenía una misión que cumplir y la iba a cumplir. Más allá de algunas teorías disparatadas de inmortalidad en las que yo no creía, la certeza de que el Dr. Plinio cumpliría su misión permeaba nuestras vidas. Por eso existía nuestra relación personal con él! Poco me importaban las consecuencias de un alma atrofiada. La verdadera tragedia sería la muerte del Dr. Plinio.

Como para confirmar esto, uno de esos truenos cortos y ruidosos se oyó por toda la casa. Se venía uno de esos chubascos tan comunes en San Pablo… ¡pero con que timing! Miré al reloj que seguía sobre la mesa de luz. Faltaba un poco más de media hora para el desayuno. O dejaba la carta de lado o llegaba tarde.

No fue una elección difícil.

Comentarios

Entradas más populares de este blog

Tradición Familia Propiedad

¡Praesto Sum! (I)

Plinio Correa de Oliveira