Armas
Argentina / Estados Unidos / Sudáfrica Como a cualquier chico sano me gustaban las armas. Primero de juguete, naturalmente. Me acuerdo que para mi primera comunión (tenía yo 6 años recién cumplidos), uno de los amigos de papá y entonces miembro de la TFP, Julio Ubbelohde (hoy sacerdote de Los Heraldos del Evangelio) me regaló una súper ametralladora de plástico, con ruidos y luces varias. En la fiesta post-primera comunión en la casa de mis padrinos, yo estaba encantado con el juguete nuevo y posé para varias fotos con mi impecable traje de Eaton, banda colorada con el león rampante de la TFP y mi ametralladora. Además del surtido habitual de revólveres de plástico (o de lata en el caso de los más relistas revólveres “a cebita”), me acuerdo de una cerbatana que tiraba flechitas con punta de goma. Vivíamos entonces en un departamento en la calle Araoz, y me acuerdo que adquirí bastante puntería con la cerbatana en cuestión, para molestia de mis hermanos que eran el blanco habitual de mi